Relato cuidador profesional: Elena del Campo

Elena es psicóloga, con un Máster en neuropsicología y está finalizando un experto en intervención social en Alzheimer y otras demencias. Colabora con una unidad de memoria y con una asociación de Alzheimer.
"Con este relato quisiera transmitir ánimo y fuerza a cuidadores y a cualquier persona que tenga cerca de su vida esta enfermedad".

Cuando eres capaz de mirar a la demencia a través de los ojos de quien tienes delante, y dejarte ver por ella, por un instante observas, escuchas e incluso inhalas una parte de ti, haciendo tuyos los estímulos que sus sentidos logran captar. En ese relámpago de sensaciones, lo habitual se torna extraño, lo sencillo en dilema, y cada momento perdido en la memoria, se vuelve un peldaño que pide ascenderse con dolor y aunque procures no sentir el daño, es un amargo acompañante. Poco a poco y durante un segundo que se hace infinito, siento que somos uno.

Lo único que prevalece verdadero, detrás de cada inseguridad, de cada silencio o intención olvidada, es que anida la sonrisa callada, que grita en silencio, que quedarse parado no es una opción, es el motor que hace compartir conmigo su mundo agrietado, y es la fuente que permite que sigamos funcionando juntos.

No es su memoria quebrada, ni su atención disipada, no es el tiempo que lleva pronunciar una palabra, es su mirada, son los ojos de la pasión, es el espíritu luchador, es la motivación inseparable, es en definitiva, el coraje que reúne para enfrentarse a placas y ovillos neurofibrilares.

Al otro lado de la niebla, estamos nosotros, personas que hemos pasado nuestra vida preparándose para ellos, para que llegado el momento, tengan donde agarrarse con solidez, para mostrarles la fuerza que les faltaba, y que juntos encontramos.

Y me digo, si se ha sentido escuchado, si se ha sentido apoyado, si ha expandido su ánimo, si he conseguido moldear la tranquilidad en forma de pensamiento, y todo esto lo ha hecho suyo, es entonces cuando siente que una mano amiga y consejera está cerca, y si esa mano es la mía, entonces sé que ha merecido la pena.

Es imposible no darse cuenta, de que cada vez que salen por la puerta se llevan un trocito de tu energía que a veces sientes que continuar se mezcla con la idea de difícil, pero miras atrás, y el corazón se llena de lo recorrido, de lo alcanzado, y brotan solas las palabras de “¡quiero seguir!” que abren la puerta a la motivación infinita, que aquí lo único que se consume, es el tiempo.

Elena del Campo Morales

 

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