Relato cuidador profesional: Mónica Nieto

Mónica trabaja como neuropsicóloga. Como cuidadora profesional uno de sus objetivos es sacar el lado positivo de la realidad que vive. Si quieres votar por su relato compártelo por las redes sociales.

Mi nombre es Mónica y soy Neuropsicóloga de Cognitiva Unidad de Memoria. Llevo muchos años dedicándome al trabajo con personas con deterioro cognitivo, demencias, daño cerebral adquirido....

Emociones, sentimientos, pensamientos, buenos y malos fluyen cada día por mi cuerpo. Pasión, emoción, satisfacción entremezclado con tristeza, frustración y pena es lo que siento cada día que entro y salgo del centro.

Desde siempre supe que quería trabajar en algo donde pudiera ayudar a la gente. Hay días, los peores, en los que siento que no cumplo este objetivo. Qué duro es tener que reunir a una familia para decirle que no, que no observo mejoría, que esto no tiene retroceso y que solo va a evolucionar pero no como ellos esperan.

Prepararles para una nueva etapa, una etapa en la que el apoyo entre ellos como familiares, el apoyo nuestro como profesionales es imprescindible para que no se rindan, para que continúen luchando con todas sus fuerzas para lograr la mejor calidad de vida de esa persona enferma. Qué duro es tener que esconder mis lágrimas cuando veo a ese esposo sufrir por su mujer y deseando la muerte antes de seguir viendo cómo empeora.

El apoyo de los familiares y de los profesionales es fundamental para afrontar las nuevas etapas en las enfermedades

Podría seguir escribiendo acerca de lo duro de mi trabajo pero me gusta más centrarme en el otro lado, en el bonito.

Existe siempre un lado positivo de la realidad que se vive. Unas gafas graduadas que nos permiten ver las pequeñas cosas que no veríamos si no tuviésemos que vivir en esta situación: una pequeña sonrisa de una persona que tiene un daño cerebral por el que predomina una gran apatía; un correcto aseo solo por venir al centro de una persona que llevaba meses encerrado en casa no haciendo otra cosa que fumar y ver la televisión; un gracias de ese familiar orgulloso que ve cómo su madre poco a poco va aceptando lo que le pasa, su nueva situación, su nueva vida.

Cuantas cosas he aprendido: lo que es el amor, el amor verdadero por esa persona que “fué” y de la que ya no queda mucho. Por esa persona que ya ni siquiera recuerda el nombre, el rostro de la persona que ha compartido con ella la mayor parte de su vida. 

Lo que es la paciencia, esa palabra que parece fácil pero que implica multitud de cosas. Y por supuesto, lo que es el respeto. Respeto por estas personas que lo han dado todo en su vida y que ahora aunque no recuerden quienes son o quienes somos no dejan de sentir como cualquier persona que no tenga esta enfermedad el cariño de los que cuidan de ellos cada día. Por eso jamás debemos olvidar que siguen siendo.

Mónica Nieto

 

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