Gema ha trabajado como cuidadora profesional desde hace más de 20 años pero en la actualidad también tiene que hacerlo como cuidadora familiar, al lado de quien más quiere. Esta es su historia:
Soy cuidadora profesional desde hace más de 20 años, y aunque he tenido que enfrentarme al cuidado desde el lado del cuidador profesional, en estos días (ya muchos) por circunstancias familiares me toca ponerme del lado del cuidador familiar, me toca enfrentarme a la incertidumbre de una enfermedad grave en mi entorno más cercano, me toca ser quien pregunta, me toca ser quien sufre, me toca todo aquello que vivo día a día en mi trabajo.
Hace falta mucho por madurar en una profesión de la que todos en algún momento de nuestra vida vamos a necesitar
Siento el miedo de no saber qué va a pasar, siento el vacío que queda cuando te enfrentas a un profesional que no se pone en tu lugar y se dedica a esto porque es lo que toca, siento la dejadez de algunos profesionales en su hacer del día a día, me doy cuenta de que hace falta mucho por madurar en una profesión de la que todos en algún momento de nuestra vida vamos a necesitar.
Quisiera pedirles a todos esos profesionales que se dedican a cuidar a personas que hagan eso, cuidar personas; que se pongan en algún momento en el otro lado. Yo no quiero decir que sientan y sufrir lo que sienten las familias, pero sí que escuchemos lo que tienen que decir, escuchemos sus miedos, y aunque hay muchos momentos que ni nosotros mismos sepamos qué va a pasar o no sepamos dar solución, sentir que nos entienden y el saber que nuestro familiar está bien cuidado es muy importante.
Hay que tener buenos profesionales día a día, que den lo mejor de sí mismos, que no limitemos nuestra profesionalidad según el día
Profesionalidad y tranquilidad
Demos esa tranquilidad, no nos limitemos a levantar los hombros, a mirar desde lejos, a evitar esas preguntas, no digamos la famosa frase que yo creo que desespera a cualquiera: “Hay que tener fe”. No señores, no hay que tener fe, hay que tener buenos profesionales día a día, que den lo mejor de sí mismos, que no limitemos nuestra profesionalidad según el día. Todos tenemos un mal día, todos tenemos problemas, todos tenemos días tontos, al igual que no debemos llevarnos el trabajo a casa en algunos sectores ya que acabaríamos quemados, tampoco deberíamos llevarnos las cosas de casa al trabajo, ya que ni yo como cuidador familiar, ni como enfermo, ni como cuidador profesional tengo la culpa de los problemas con tus jefes, tu casa o tu vida personal.
Seamos profesionales y demos tranquilidad, un gesto de cariño vale más que miles de explicaciones profesionales que al final no nos entienden, tenemos que tender manos y crear puentes, que nos sintamos orgullosos de dedicarnos a una profesión en la que cada vez se reconoce más la labor… y si no se nos reconoce que lo hagamos porque nos gusta, porque lo hacemos con corazón.
¡Vayámonos con la satisfacción que da el trabajo bien hecho!