"No rompas el silencio si no es para mejorarlo”. Ludwig van Beethoven
El silencio de los principales agentes del sector de la dependencia ha sido casi tan duro como la soledad. Algunos periodistas entraron a degüello metiendo en un pack a todos los profesionales y etiquetándonos como los malos de la película de terror que estábamos viviendo.
Este relato surge como un río fuera de madre después de meses remansando agua en silencio y servicio ante el miedo y la imposición de implantar protocolo tras protocolo, unas medidas sin precedentes, impuestas por quienes decían velar por la vida y seguridad de nuestros mayores. En medio de una corriente agitada, quiero regar con esperanza la tierra buena hambrienta de verdad y dar voz al desvelo y profesionalidad de los que sí han cuidado a los más frágiles y vulnerables sin descanso.
Coronavirus contrarreloj
6 de marzo: Bajo el peso de la ley. Implanto los primeros Protocolos de actuación ante la COVID-19. Arranca lo que se convertiría en un chorreo de prohibiciones. Faltan respuestas ante el nuevo escenario.
8 de marzo: Solos en la residencia. Me duele tener que pedir a las familias que restrinjan las visitas pero era necesario. El email y el WhatsApp han echado fuego todos estos meses tratando de responder a la confianza depositada en nosotros.
Reúno al personal - cuando se empieza a rumorear que la fuente del COVID-19 son las residencias. “Equipo, sólo nos tienen a nosotros. Somos sociosanitarios para los momentos buenos y malos. Es la hora de dar lo mejor: cariño, buen humor y todos sus cuidados como lo harían sus hijos”.
Se oye entre el personal: “Aquí hasta la muerte, dispuesta a lo que toque, son nuestros abuelos, por ellos todo”. Malika propone confinarnos con ellos…no es posible. Suspendemos las vacaciones de invierno…todo emociona y motiva a trabajar bien.
9 de marzo: Llega la temida fiebre. Dos auxiliares aquejados de fiebre cogen la baja. Mientras la tensión se dispara, nos esforzamos por explicar a los residentes el motivo de la ausencia de visitas. Un pequeño consuelo: llegan las primeras mascarillas quirúrgicas y gel.
12 de marzo: Solos. Última cena en el comedor. Mientras se despiden unos de otros, Tessy y Lola les animan: “En poco os vais a ver de nuevo, ahora tenéis que ayudarnos”. Conmueve el apoyo incondicional de Paco, Eulogia y Petra: ”Sólo queremos obedecer y colaborar”.
Amaya y Malika aprovechan el turno de noche para escucharlos, darles ánimos. Aislamos un residente con un poco de fiebre, guiados por el geriatra de referencia asignado, tratamos de controlar el pánico: no podemos derivarle y estamos sin médicos de guardia. ¡Solos!. Extremamos los protocolos comenzamos a entrar por la lavandería y cambiarnos allí y desinfectarnos.
20 de marzo: Agradecimiento. Dos auxiliares más de baja: contratamos personal. “¡Estoy dispuesta a aprender y servir, gracias por esta oportunidad!”. Todos van dando negativo a las pruebas y estalla un aplauso. Empiezan a llegar mensajes de agradecimiento de las familia: “gracias por estar ahí, por cuidarlos, por vuestro esfuerzo y dedicación, confiamos plenamente en vosotros”… ¡La fuerza que necesitábamos!
Comienza la rutina de la soledad entre cuatro paredes. Se oyen exclamaciones “¡Que vida tan terrible! …ver esto a nuestros años. ¿Qué ha hecho esta madre para que no vengan sus hijos? ¡Lo importante es que mis hijos estén bien!” Se entremezclan en todos miradas de preocupación y agradecimiento. Isabel saca el material de terapia y distribuimos lo que más les gusta a los residentes. Vane trae revistas y novelas para Petra y Lucía. Isa imprime láminas para colorear… ¡Adolfo y Trini felices!. Marta se pasea con la guitarra por todas las habitaciones dedicando a cada uno una canción y Justa se anima a tararear una jota, Sandra corre la voz entre amigos, llegan TV. No podía faltar Amazon: con sopas de letras, cuadernos, dibujos... Las familias nos llaman cuando quieren, sin restricciones horarias. Introducimos las videollamadas y brota la alegría.
20 de marzo: 14:05 Fallece un residente: Laura, Liber, Lili hacen lo imposible… dolor inmenso, se rompe el alma cuando comunicamos a su hija, que no puede venir a despedirse…le contamos cómo le hemos acompañado las 24h de cada día. Mucho dolor, mucho agradecimiento…
9 de septiembre: Esperanza. El coronavirus, la mayor desgracia de la humanidad, podría convertirse en una gran oportunidad de una mejora necesaria: ¡voy a tratar de suplir la falta de planes de acción reuniendo a los mejores expertos en una apuesta por el urgente cambio!