Jenny nos relata la historia de vida de su madre y cómo, pese al alzhéimer, aún continúan luchando mientras que la vida ha puesto en su camino dos nuevas ilusiones por las que vivir:


Seguramente a todos en esta vida nos ha pasado, que siempre creemos que lo malo, los desastres naturales o las enfermedades graves, les pasan a las demás personas, pero a nosotros no nos tocan; qué equivocación más grande.

Y sí, creo que eso me pasó, nunca imagine que tendría que vivir el dolor y la angustia de ver a mi madre, con toda una vida por delante, a sus 45 años, empezar a sufrir por la pérdida paulatina de su memoria, el cambio brusco en su comportamiento y la imposibilidad de valerse por sí misma para sus quehaceres cotidianos. Entonces empezó nuestro viacrucis, la llevé al médico, quien le ordenó estudios clínicos y paraclínicos, que para mi sorpresa y asombro determinaron que sufría de alzhéimer temprano, una enfermedad que yo asociaba a personas adultos mayores de 70 o más años y que desconocía por completo, en mi familia no conocía a nadie con ese antecedente. Pensé que lo que pasaría es que ella perdería su memoria y yo estaría ahí para recordarle lo que necesitara, lo que jamás imaginé fue lo que era realmente esta enfermedad.

 Aunque no disponíamos de recursos económicos suficientes, nos enseñó a valorar hasta lo más mínimo y a ver a Dios en todo lo que nos rodea

Aquella madre amorosa, trabajadora, responsable y sobre todo noble y recursiva ante las adversidades, que siempre nos inculcó a mi hermana y a mí, los valores morales de una familia, que aunque no disponíamos de recursos económicos suficientes, nos enseñó a valorar hasta lo más mínimo y a ver a Dios en todo lo que nos rodea, para que lo disfrutáramos y fuéramos siempre felices; a esa madre luchadora, con objetivos claros, la veíamos ahora cada día ir perdiendo esa batalla feroz contra una enfermedad implacable; en la que llevamos ya nueve años, buscando la forma de ofrecerle la mejor calidad de vida, que se merece, para hacerle a ella como a nosotras sus hijas, menos traumática esta pesadilla.

Inicialmente conseguí a través de la Empresa Promotora de Salud que pudiera asistir diariamente a una institución terapéutica, para que recibiera terapias físicas, ocupacional y de lenguaje, donde permanecía todo el día, con el fin también de poder nosotras seguir trabajando, ya que mi hermana es madre de tres hijos y su situación económica no le permitiría dejar su trabajo; como yo vivía con mi madre, no podía dejar de trabajar para poder conseguir los recursos y sostener los gastos de la casa y los de ella, ya que algunos medicamentos y servicios, no los suministra el sistema de seguridad social.

Con el paso de los años, mi angustia aumentaba al verla cada vez más deteriorada en su salud, con la enfermedad apareció un nuevo enemigo: la epilepsia. Los médicos y terapeutas no me daban esperanzas de mejoría, por el contrario siempre fueron enfáticos en pedirme paciencia pues la enfermedad es de evolución negativa permanentemente y en la institución terapéutica me manifestaron que ella cada día trabajaba menos en las terapias y tenía comportamientos agresivos con otros pacientes y el personal de la entidad o en el transporte que la llevaba diariamente.

Pero Dios en su infinita misericordia, en medio de todas mis preocupaciones, puso en mi camino a un hombre noble, generoso, comprometido, para que recibiera todo su apoyo y pudiera ver la vida desde otra perspectiva; hoy es mi esposo y con el he encontrado la felicidad, no solamente como mujer, si no como hija, he aprendido a manejar con más tranquilidad todo el proceso de la enfermedad de mi madre, sus crisis, sus molestias, a aprovechar sus momentos fugaces de conciencia, ya que debido a su comportamiento agresivo en la institución donde asistía, no la recibieron más, porque ella no soporta estar con demasiadas personas cerca, por lo que me recomendaron dejarla en casa con un cuidador y allí seria atendida por los médicos y terapeutas.

Lo hago con el mismo amor que ella me brindo al criarme y con la seguridad de que ella es feliz teniéndome cerca

Debido a eso, dejé mi trabajo y decidí brindarle a mi madre los cuidados que requiriera y como había recibido de las diferentes instituciones especializadas, algunos tipos en el manejo de este tipo de pacientes, lo hago con el mismo amor que ella me brindo al criarme y con la seguridad de que ella es feliz teniéndome cerca, lo veo en su sonrisa cuando le paladeo sus alimentos, la baño o le doy sus medicamentos; ahora vivo más tranquila, entendí que las enfermedades llegan en cualquier momento y que aunque no estemos preparados, debemos afrontarlas con decisión, sin amilanarnos por eso, buscando siempre lo mejor para tener la mejor calidad de vida.

Hoy soy más Feliz que nunca, DIOS me ha concedido la posibilidad de ser madre, estoy embarazada de mi primer hijo, cuando en algún momento consideré que no podría serlo, el Señor me ha bendecido, porque a pesar de que sé que lo mejor de mi madre ya partió, ahora más que nunca disfruto su mirada, sus abrazos, sus besos, su mal genio, su ternura; es una experiencia de vida, que me ha permitido ver todo lo bello que nos rodea, cada día que pasa le hago saber que estoy con ella, que no perderé la paciencia, que le daré todo mi amor incondicionalmente y que por encima de todo estaremos juntas hasta el día que Dios nos lo permita.

Doy gracias a Dios, gracias a la vida, gracias a mi madre, gracias a mi padre, gracias a mi hermana, gracias a mi esposo, gracias a los médicos y terapeutas que han visto a mi madre, gracias, porque me enseñaron a ver la vida de otra manera.

Bonocuidador premiossupercuidadores2016