Cómo cambió nuestra vida cuando empezamos a cuidar a nuestros padres, tuvimos que hacer de tripas corazón, literalmente.

 

Cuando no sabías cómo empezar, el corazón tiraba de ti, llorabas por los rincones sin saber qué hacer.

 

Cuando tienes que decirles a tus padres todo lo que tienen que hacer, tu corazón sigue ahí, tirando de ti.

 

Cuando las tripas se revuelven con ganas de vomitar por ver como tu padre escupe en el mantel, en el plato o en el suelo, algo que no le gusta de la comida, pero el corazón sigue ahí, tirando de ti.

 

Cuando les tienes que limpiar sus partes, tan íntimas para ellos, el corazón se desgarra, pero sigue tirando de ti.

 

Cuando escuchas la misma cosa mil veces y tu sonríes diciendo a todo que sí, el corazón sigue tirando de ti.

 

Cuando tienes que abandonar por momentos tu familia y tus hijas se quedan solas en casa y alguna vez enfermas, el corazón sigue tirando de ti.

 

Cuando tienes que ir a urgencias con alguno de ellos, horas interminables, el estómago encogido, pero el corazón sigue tirando de ti.

 

Cuando te nace una nieta y el corazón se te divide por la mitad, no sabes dónde quieres estar. Tu sentimiento más profundo quiere estar con tu hija y tu nieta, pero en el fondo del corazón hay una grieta que se siente un poco culpable por no estar también con ellos, pero el corazón sigue tirando de ti, con la ayuda de tus hermanos, cuñados y cuñadas, todo se puede conseguir.

 

Cuando miras para atrás ves todo lo conseguido ya no te alteras, ya estás más relajada, ya tienes el control, aunque algún día sea un poco más complicado, el corazón sigue tirando de ti.

 

Por eso, hay que mimar mucho a este corazón que tanto hace por nosotros, dándole algún capricho, desconectar cuando no estás con ellos, un masaje al mes, dos días a la semana yoga, caminatas con amigos o tu pareja… Alguna escapada de fin de semana tampoco viene mal, porque él te lo agradecerá.

 

Todo esto sería mucho más difícil sin tener ayuda, pues el esfuerzo repartido entre seis se lleva mucho mejor. Así que agradezco de todo corazón la ayuda de todos mis hermanos y hermanas, cuñados y cuñadas, y en especial a mi marido por su ayuda física y psicológica.

 

Cuando alguien me pregunte, ¿lo volverías a hacer? Mi corazón seguirá diciendo que sí, tirando siempre de mí.