Araceli cuida a su abuelo y a su tía que tiene Síndrome de Down. Es a ellos a quienes dedica su relato. Si quieres votar por su historia compártela por las redes sociales.
Él es Dionisio; ella Rocamador. Dos nombres singulares para dos vidas extraordinarias.
Ahora que los años pesan y pasan ya no sabemos quién cuida a quién. Ahora son más bien otros quienes velan por los dos.
Roca nació un 27 de septiembre de 1960. Su padre, Dionisio, pensó que se moría ese mismo día. Nunca había oído hablar del síndrome de Down. Después, pensó que no sobreviviría esa misma semana. Luego, que quizá no pudiera llegar a hacer la primera comunión. Y hoy sigue sus movimientos, con ojos atentos, protegiéndola desde la distancia.
Después de toda una vida uno al lado del otro, los 98 años de Dionisio (“¡todavía me quedan para los 100!”) y la incipiente demencia de Roca hacen que ya no puedan vivir juntos. Y aunque están en casas separadas, el vínculo que los une no se rompe.
Roca todas las noches, antes de dormir, reza a su manera. Repite, susurrando, frases como: “Jesusito de mi vida, quiero mucho a mi padre. Jesusito de mi vida, mi padre come mucho. Jesusito de mi vida, mi padre está mayor”. Y así, poco a poco, se relaja y se duerme.
Dionisio cuando ve a Roca se alegra y aunque no recuerda el nombre de ninguna de sus hijas sabe que Roca ha sido buena parte de la razón de su existencia. Roca la consentida. Roca la tirana. Roca la pequeña.
Cuando Roca se enfada conmigo me dice “oye, que yo tengo a mi padre, ¿eh?” Es una especie de amenaza. Lo que me está diciendo es que, si quisiera, se podría ir con su padre. Porque sabe que siempre, siempre, puede volver a él.
Este es un relato dedicado a mi abuelo Dionisio y a mi tía Roca.
Araceli Arellano
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