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Hola, mi nombre es Lucitania. Soy una chica de 34 años, nativa de la República Dominicana. Llegué a España en 2018 y, en mi segundo viaje, me quedé legalmente.

Un día, encontré una empresa que buscaba una cuidadora en mi zona. Me inscribí y, dos días después, tuve la entrevista con Dorita, de 94 años, y su hija.

Desde el primer día, hubo una conexión muy buena. Le agarré las manos y hablé con ella con una sonrisa, transmitiendo tranquilidad y confianza. La veía como si fuera mi abuela.

Dorita vivía sola y tenía demencia senil. No le gustaba salir a pasear, pero conmigo ese carácter se desvaneció. Antes de hacer cualquier cosa en la casa, me sentaba a hablar con ella sobre su vida. Después, cocinaba comida rica y saludable, ponía música de su tiempo, cantaba y bailaba. Mientras ella comía, yo preparaba el secador para peinarla. La peinaba todos los días, le ponía pintalabios, le pintaba las uñas y la dejaba bien bonita. Le pregunté si le apetecía salir y me enseñó algunas calles del barrio. Salir ya no era un problema para ella.

Me gane la confianza de Dorita, porque yo la escuchaba, hablaba con ella, la motivaba, siempre con una sonrisa, entendía sus días buenos y sus días malos, cuando a ella no le apetecía salir, pues me ponía hablar con ella, cantamos, bailamos o jugábamos a las cartas. Con esto aprendí que si das alegría, recogerás alegría y que un buen trato psicológico a las personas mayores es lo mejor que puede hacer una cuidadora, ya que de ahí depende muchas cosas, no basta con hacerla, darle de comer y dejarla ahí sentada, lo más importante es escucharla y entenderla cuando no pueda salir, o que no pueda ir a ducharse, se busca otra solución y diciéndole las cosas bien siempre conseguirás más que diciéndolo mal.

Además, me he dado cuenta, de que en España las personas mayores están cuidadas en el aseo y la comida pero, no tienen con quien hablar, necesitan contar sus historias, da igual que lo digan mil veces, ellos solo quieren que alguien los escuche.

 

Al final Dorita murió, la llevaron a la residencia porque se enfermo de piedras en los riñones, pero ese tiempo que pasamos junta fueron de calidad, ya que nos aportábamos como dos amigas o como si yo fuera de la familia.

Hace 3 años murió y la verdad me dejó una gran enseñanza, al final si haces el bien la vida te lo devolverá.

Con la familia de Dorita estamos en comunicación y me tratan como si yo fuera de la familia.

Con amor, paciencia y empatía, se pueden lograr maravillas.