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María del Rosario Lillo del Pozo Ollero nació en Mora de Toledo, donde creció con grandes ilusiones y un espíritu emprendedor que marcaría su vida. Desde muy joven mostró ser una mujer creativa, luchadora e inquieta. Su trayectoria la llevó a trasladarse a Madrid, donde cursó estudios universitarios en Bellas Artes, especializándose en Restauración Gráfica, una carrera que reflejaba su sensibilidad y pasión por el arte.

Sin embargo, su vida tomó un rumbo inesperado cuando su hijo mayor, diagnosticado con una afasia motora que le provoca ausencia total del lenguaje, fue rechazado por diversas instituciones. Esta situación, sumada al abandono de su esposo, quien los maltrató, la impulsó a tomar una decisión radical: dejar atrás su carrera profesional para dedicarse por completo a sus hijos y, más tarde, a muchas otras personas con diversidad funcional.

En 1992, asumió la titánica tarea de rehabilitar unas instalaciones en ruinas, pertenecientes a la Confederación Hidrográfica del Tajo, a través de la Asociación (AMAM). Movida por el profundo deseo de crear un lugar digno para su hijo y otros como él, María del Rosario comenzó una labor incansable de transformación. A lo largo de los años, con esfuerzo, dedicación y la ayuda que fue consiguiendo, consiguió convertir aquel espacio abandonado en un centro ejemplar donde las personas con capacidades diferentes son tratadas con el respeto y la atención que merecen.

Actualmente, María del Rosario es la directora de un centro que alberga más de 100 residentes, ofreciendo una amplia gama de servicios diseñados para atender las diversas necesidades de las personas con capacidades diferentes ofrece servicios que abarcan desde un centro de día y ocupacional hasta una residencia especializada y un centro geriátrico para personas mayores.

Su entrega es total invirtiendo todos sus esfuerzos, pensamientos y energía en sus "chicos y chicas", como cariñosamente los llama. Para ella, su labor no es solo un trabajo, sino una verdadera misión de vida: estar junto a ellos, acompañarlos en su desarrollo y mejorar su calidad de vida.

A pesar de haber dejado su carrera en Bellas Artes para volcarse en este proyecto, María del Rosario no se arrepiente. Su legado es mucho más que artístico: ha construido un hogar donde cada persona es valorada y donde la inclusión y la dignidad son los pilares fundamentales.