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Quiero narrarles mi experiencia como cuidador de la persona que más amo, mi madre.
Hace un tiempo, ya con 84 años, mi madre padeció una enfermedad llamada neumonía. Comenzó con un catarro normal por lo que le di mucha agua para que expulsará las secreciones como siempre había hecho en ocasiones anteriores (con lo que resolvía) y le tome la temperatura que era solo de 37, debo decir que me sorprendió está enfermedad, pues solo me di cuenta cuando se afectó su memoria a tal punto que no me reconoció de un día para otro.
Así rápidamente la lleve al médico el cual le indico una radiografía y antibióticos y me advirtió que en los ancianos está enfermedad obraba de forma silenciosa y asintomática.
Mi madre comenzó a mejorar hasta su cura, pero su memoria y cuerpo no volvieron a ser como antes pues, aunque nos volvió a reconocer a mi hermana y a mí, al igual que a sus seres más queridos, olvidó otras cosas como amistades cercanas, actividades diarias etc.
Sabía entonces que me había llegado la hora de cuidarla hasta en lo más mínimo y claro esto me entristeció, no lo niego, ver a aquella persona tan inteligente que tanto amor y cuidado me había profesado y que ahora no era nada y dependía completamente de mí.
Por eso, primero que todo les diré lo que hice para enfrentar la perdida de la memoria de mi madre.
Decidí que los últimos recuerdos de mi madre fueran felices y le pedí a Dios me dijera en cada instante y al levantarme en la mañana que hacer para cuidarla de manera que tuviera una vejez feliz.
Por eso, todos los días al levantarme anoto en un papel todo lo que se me ocurre y Dios me dice para hacerla feliz, enseño a mi madre a dar gracias a Dios en cada comida que ingiere y cuando a mí se me olvida, ella me lo recuerda, también le canto sus canciones y alabanzas favoritas de modo que lo que le venga a la mente al final de su vida sean actos de agradecimientos y cantos, esto me ha sido muy útil pues la he visto muchas veces cuando está sola, cantando estas canciones y alabanzas.
Oramos al levantarnos y al acostarnos y cuando a mí se me olvida, ella también me lo recuerda. Me siento a su lado y mientras ella habla voy escuchando como estimula sus recuerdos. Caminamos juntos dentro de la casa para fortalecer sus piernas y si me dice que está cansada lo hacemos cantando alguna de sus canciones para que le sea más entretenido.
A veces, recuerdo cuánto aguantó nuestras malacrianzas, cuánto nos defendió, cuanto nos amó, entonces me le acercó y le doy un beso en su cabeza y le pido perdón sino la cuido con el amor que ella lo hizo conmigo y en ese momento trato de disfrutarla cada segundo.
Creo que estoy logrando que lo último que recuerde en su vejez sea cantar, agradecer por todo, y orar (pues siempre fue cristiana).
Sigo pensando que más hacer por ella para que recuerde cosas lindas, pues también le gusta coser...