Era un 12 de noviembre, cuando de pronto volvía a ser madre.

 

Me quedaba aún tanto de embarazo por delante que me costaba creer que mis mellizos habían salido. Solo habían pasado 24 semanas, solo 24, el límite de la viabilidad decían, y me lo ponían tan negro todos los médicos: - es prácticamente imposible que sobrevivan, y si lo hacen, tendrán muchas secuelas, muchas-. Me moría de miedo y pena a partes iguales. Eran mis HIJOS.

 

Sobrevivieron al parto que ya era una hazaña inmensa, pero dos días después… la pequeña Ana se apagaba, tan solo había pesado 600 gramos al nacer. Mi niña bonita. La pediatra y enfermera me esperaban al llegar a la UCI Neonatal, (qué sitio aquel, cuantos sentimientos despiertan de golpe traspasar esas puertas).

 

Ana, mi dulce Ana, tan pequeñita y tan luchadora, se complicaba y el pronóstico era tan duro: se está apagando. Madre mía, ¿cómo se asume esto? Me preguntaron que quería hacer y sin pensarlo dije muy claro: estar con ella hasta el final. La quiero, quiero tenerla en mis brazos y si se va… que sea en ellos. Todo lo que le puedo dar es ser su madre, calor, olor y amor de madre… quiero ser suya hasta el final. Y juntas, piel con piel, recorrimos lo que nos quedaba, una junto a la otra. Qué bonito sentirla y que duro tener que decirle adiós.

 

El pequeño Pablo, partiendo de sus 660 g. y una hemorragia en la cabecita muy importante, continuaba su propio camino, luchando cada día para salir adelante. Era tan pequeño, nos cabía en la mano, transparente, inmaduro y tan bello a la vez. Muchísimos tubos le acompañaban (respirador, sondas, vías, cables,…) y máquinas pitando constantemente, todo ello abultaba mucho más que él, y ahí estaba, resistiendo, luchando, dándolo todo para salir adelante. Tus manos, ella sabía cuánto deseaba yo que llegase ese momento, coger a MI BEBÉ, que 30 días he estado observando a través de la incubadora. Iba a cogerlo, ella me sonreía, una sonrisa de esas que solo salen cuando el corazón rebosa. Y yo… me llené de amor y aceleré el paso. Pablo me esperaba, nos esperábamos ambos. Creo que puedo asegurar que no he sentido nada igual en la vida: nervios, miedo (seguía pesando 700g.), inquietud y a la vez… ¡tanta felicidad! Jamás encontraré palabras para describir esa sensación que me inundaba.

 

Ya el día que nació, le prometí que no sabía cómo sería pero que juntos nos comeríamos el mundo, y ese día esa promesa se grababa a fuego todavía más. Juntos… ¡podremos!

 

Pasaron los días, uno tras otro, días eternos, algunos muy complicados (más cirugías, sepsis, etc.), que difícil fue, pero siguió sumando, y nosotros a su lado haciendo piel con piel y conteniéndolo en cada proceso doloroso, y cuando cumplió 80 días y estaba estable para dar un gran paso, pasó a la Unidad de Intermedios y a la cunita. Parecía grande en ella, pero aun pesaba 1800gr. Cuando parecía que llegaba el momento de irnos, sus pulmones dejaron ver que no estaban listos, aun no, estuvimos 24 días más, y por fin, nos fuimos a casa con oxígeno, nada que ver con lo que esperábamos. Pero daba igual, nos íbamos a casa, los 4 juntos. Todos le queríamos y cuidaríamos tanto, que podríamos con ello.

 

Poco nos duró la alegría, al mes estaba ingresado gravísimo, sus pulmones eran tan frágiles, de nuevo al borde del abismo, pero una vez más hizo su magia. Y volvimos a casa.

 

El camino no se acababa aquí, nos esperaba un periplo de médicos, pruebas y terapias (en centros y en casa). Hoy casi 4 años después seguimos con todos ellos, más espaciados pero aun sin ningún alta, con dificultades que trabajar, con secuelas que han aparecido por el camino. Pero juntos lo estamos consiguiendo, batalla tras batalla, cuidados más específicos, luchar contra el desconocimiento de la realidad de tener un hijo prematuro, crear con más familias una asociación para luchar por ellos… su madre siempre estará ahí, al pie del cañón, cuidándole como él necesita para ayudarle a desarrollar su máximo potencial y aprendiendo tanto de él, de ellos.

 

Y Juntos, nos comeremos el mundo, no importa lo que haya que luchar, ¡seguiremos hacia delante!

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