Esta historia tan satisfactoria ocurrió siendo alumna-trabajadora de la empresa Mancomunidad Integral de Servicios “La Serena Vegas Altas” .
Trabajaba como “Asistente Socio-Sanitario en Instituciones Sociales”, en el centro de día “La Encina” de Zurbarán (Badajoz). Uno de los principales servicios que en mi puesto de trabajo debía llevar acabo era dar a conocer a toda persona dependiente y a sus familiares o allegados, los servicios que podemos ofrecer, como los realizaríamos y para qué tipo de personas van destinados dichos servicios. Intentando captar nuevos usuarios con pocas posibilidades económicas y bastantes necesidades.
Así llegué a conocer a Paula, la protagonista de esta historia. Ella es una señora de 91 años, la cual se encuentra en silla de ruedas al tener una prótesis en la cadera en la parte izquierda, estar operada de una rotura en que tuvo en la pierna derecha y una segunda rotura en la pierna izquierda sin posibilidad de operación, por el inconveniente de la edad que tiene y los problemas de salud que padece.
Pero para ella lo peor era el luto que tenía por la pérdida de uno de sus hijos. Este hijo siempre fue dependiente de su madre ya que su estado de salud nunca fue apto para ser independiente. Paula quedo entristecida de tal forma que no quería salir ni a la puerta de su casa para compartir un rato de la tarde junto con sus amigas y vecinas, como hacia normalmente. Pero mucho menos quería salir a su patio de casa ya que fue allí donde falleció su hijo de un infarto.
El primer día que fuimos a su casa a recogerla para llevarla al centro de día, se negaba por completo a salir, ya que decía que ella no quería salir porque no sabía realizar nada. Al entrañar una conversación con ella, empezamos a comunicarle de que familia provenía ya que no nos reconocía por el largo periodo de tiempo que hacía que no nos veíamos. Y muy entristecida me dijo: “voy a probar y voy a ir con vosotros por la amistad que unía a tu tío y a mi hijo que en gloria los tengan allá donde estén”.
Este fue el comienzo de una larga lucha para sacarle una sonrisa fija en su rostro y un cambio de actitud en su vida diaria, participando día a día en las actividades del centro y hacerla entender que su vida sigue y que debe disfrutar del resto de hijos y nietos que siguen a su lado.
Tras este gran empujón empezó a querer realizar las actividades que el resto de compañeros hacían diariamente, tanto actividades cognitivas, de manualidades y lo más importante para ella, ejercicios físicos de mantenimiento. Al ver la necesidad de fortalecer la masa muscular de sus piernas, pedí al director del centro de día “La Encina” si era posible pedir un pedaleador para hacer ejercicios con las piernas y brazos. Siendo el resultado de la petición positiva, comenzamos con una rutina diaria de tan solo 5 minutos de ejercicios. Con el paso de los días y viendo su mejora, es ella la que hoy día nos pide que la ayudemos a seguir con los ejercicios ya que su meta es conseguir girarse ella sola en la cama por las noches sin tener que molestar a sus hijos.
Con este cambio anímico y ganas de seguir luchando me doy por satisfecha ya que con un poco de paciencia y cariño he ayudado a esta señora a intentar mejorar su estilo de vida, aun teniendo la edad que tiene.