Homenaje a los cuidadores.

 

Templanza, negación personal o misericordia, llegamos a esta historia por indiferencia de los que estaban al alrededor o porque fuimos la única opción. Nunca lo sabremos. Al pasar el tiempo vamos comprendiendo que hemos entrado a otra vida, que paralela a la nuestra, se desarrolla entre fantasías que asombran y estremecen.  La vida transcurre en un vaivén de emociones que en ocasiones nos llevan al límite de nuestras fuerzas. Seguramente alrededor del mundo todas las historias se representan en escenarios, idiomas, razas y culturas diferentes.

 

¿Qué está pasando? Eso nos preguntamos cada día, donde quedó su autonomía y su esencia.  La mayoría de nosotros estamos al frente de un ser muy querido, un ser que conocemos desde el inicio de nuestras vidas pero que hoy ya no nos identifica y nosotros difícilmente lo reconocemos.  A diario tratamos de recordar su rostro atento, su voz clara, frases determinantes, su voluntad y su carácter; sin embargo, esto difícilmente lo logramos. Hoy solo es un niño vulnerable en el cuerpo de un adulto mayor.

 

Iniciamos esta labor llenos de ignorancia, escasamente pronunciamos el nombre de la enfermedad que deletreamos luego de haberla escuchado por primera vez “A L Z H E I M E R’’ y apenas, pasado un tiempo aprendemos a escribirla. Posteriormente, los expertos nos ilustran sobre la enfermedad y a fuerza de necesidad, logramos mayor aprendizaje sobre los errores que vamos corrigiendo cada día. Luego empezamos a acumular aciertos; pero jamás dejamos de sorprendernos.  Así van pasando los días, semanas y años.

 

Cuando las entidades de salud preguntan ¿Quién es el cuidador? En ese momento sabemos que ese nombre nos corresponde. Ahí es donde vamos asimilando la idea de que también nos han codificado. Con esto empieza una travesía de aprendizaje y experiencia en un mundo completamente desconocido.

 

Con el tiempo vivimos un proceso donde nos vemos forzados a ser más conscientes y a contestar preguntas ilógicas, llenas de improvisación, respuestas imaginarias e historias increíbles. Todo esto, para lograr hechos tan sencillos como levantarlos de la cama, bañarlos o tan solo cambiar sus pijamas.

 

Pasados los años, a nuestro alrededor nada será reconocible, la identidad del comienzo se irá opacando al transcurrir del tiempo. La familia estará cada vez más fracturada y la soledad nos acogerá al cuidador y enfermo de la misma manera. Cada vez el encierro es mayor, las salidas se definen en visitas médicas y la rutina de las preguntas repetidas nos agobia un poco más.

 

Las reuniones y celebraciones familiares parecen muy alegres y normales, pero la verdad es clara, nuestros familiares no alcanzan a reconocer lo que el cuidador y paciente viven entre la realidad y fantasía de todos los días.   Nuestro papel de cuidador nos distanciará cada vez más del mundo exterior y con el tiempo, todos olvidarán que algún día desarrollamos actividades donde fuimos visibles e influyentes; al final tan solo lo recordaremos nosotros mismos. 

 

Hoy todo es distinto, ya el desgaste del tiempo lo ha cambiado casi todo, en esta realidad nos conduele cada vez más el deterioro que observamos. Muchas veces nos cuesta creer que un ser humano pueda perder tantas capacidades, lo cual nos genera un estado profundo de compasión hacia ellos, es así cuando sabemos que sólo a través de un alto grado de misericordia se puede cuidar de su dignidad y su vida.  

 

El inicio de cada día se hace cada vez más difícil, el cansancio de la noche, la incertidumbre de cada despertar nos va atrapando en un interior tenso y agotador. Comprendemos entonces, que nuestro ser querido se va marchando poco a poco, su luz y esencia se van apagando casi definitivamente, quedando en su lugar una persona mal humorada, débil, lenta y en su mayoría totalmente ausente.  

 

Pero estamos aquí, en un camino que difícilmente abandonaremos porque a pesar de los días difíciles que nos hicieron pensar que nos venceríamos, es más fuerte el sentimiento compasivo que su cercanía nos ha generado. Es por esto que deseamos ser su cuidador hasta su último día, sabemos que solo si las fuerzas de nuestro interior nos acompañan y nuestro entorno nos ayuda, llegaremos a ese momento que tanto ellos como nosotros merecemos.

 

Haciendo la reflexión que motiva mi homenaje, he imaginado que ese día final para nosotros dejará un corazón liviano, eternamente agradecido con el creador de la vida por la oportunidad de habernos permitido transitar y menguar el dolor de otro ser humano.

 

Con Amor, Admiración y respeto para todos los cuidadores.

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