A mis 72 años podría ser una mujer arrugada, canosa, triste, sin ilusión, que se reprocha no cuidar mejor a su marido que sufrió un ictus. Por suerte ya no es así.
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Sí que soy esa mujer de 72 años arrugada y canosa. Pero no estoy triste, sigo manteniendo la ilusión y lucho día a día para ayudar y cuidar mejor a mi marido.
No digo que haya sido fácil, porque no lo es. Pero he trabajado mucho para cultivar mi autoestima y gracias a esto ha mejorado mi salud.
Hubo una temporada en que me cuestionaba si todo lo que hacía para la recuperación de mi marido era suficiente y me dejaba influir mucho por las opiniones de los demás. Llegué a pensar que todo lo hacía mal, que era una persona horrible por pensar en pedir ayuda a mis hijos y amigos.
Empecé a dormir poco y mal, porque el día no parecía tener suficientes horas para todo lo que el cuidado conlleva. Ir a la peluquería, a comprar algo o tomarme tiempo para mí misma me parecía un acto egoísta del que podía prescindir.
Rechazaba furiosa todas las invitaciones de mis amigos y familiares. Sentía que no debía molestar a los demás, que suficientes problemas tiene cada uno. Creía que nadie podía comprenderme ni iban a poder cuidar y ayudar a mi marido como yo lo hacía. Así que empecé a distanciarme de la gente.
Y de pronto un día ocurrió algo con lo que no contaba: me caí y aunque solo me torcí el tobillo, el médico, y sobre todo, mis hijos, fueron tajantes en la recuperación. Tuve que estar tres días reposando y me vi obligada a pedir ayuda.
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Durante este tiempo me di cuenta de que estaba agotada física y emocionalmente. Me había descuidado completamente y descubrí que no era feliz. Fui consciente de que mi autoestima estaba por los suelos y que seguir así iba a perjudicar a la forma en que cuidaba a mi marido y a mí misma. Y decidí que era el momento de ponerle remedio.
Empecé a indagar por Internet y vi que todo lo que estaba haciendo hasta el momento repercutía negativamente en mi salud y, por tanto, en los cuidados que daba a mi marido.
Encontré un curso para aumentar mi autoestima y me apunté. Allí conocí a gente que se sentía como yo y juntos emprendimos el camino para recuperar lo que habíamos perdido, la autoestima. No ha sido un camino de rosas, pero cada día me voy sintiendo mejor y aumenta mi confianza.
Ya no siento angustia, ni me siento mal por pedir ayuda a los demás cuando lo necesito. Disfruto del tiempo que empleo en cuidar a mi marido y organizo para tener tiempo para mí misma. Sigo trabajando para aprender a ser feliz mientras cuido y por eso creo que la clase online de Marian me puede ayudar en mi objetivo.
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