Leonor, así es como se llama la protagonista de mi historia: una mujer de mediana edad, de pelo rubio, con rostro aterciopelado, sonrisa inmensa, mirada intrigante, voz tenue y acaramelada.

Irradia luz y su personalidad se deja ver, especialmente, en su entrega al trabajar; con empatía y desbordante de alegría.

El 16 de octubre de 1966 nacería, en Jerez de la Frontera, una dulce y cariñosa niña llamada Leonor, fruto de una relación llena de adversidades. Nunca se sentiría querida por sus padres, y durante parte de su infancia viviría en un ambiente de malos tratos. Es por ello que, finalmente, tendría que ser criada por su abuela.

Esa dulce y cariñosa niña se hizo mayor. A pesar de su infancia llena de reproches, y de casi ver su alma corrompida por culpa de su falsa madre, gracias a su abuela, Leonor saldría hacia adelante; pudo estudiar y poco a poco fue floreciendo y creciendo, tanto espiritual como emocionalmente.

Una vez terminados sus estudios, Leonor comenzó a trabajar como enfermera auxiliar de clínica, atendiendo de una forma genuina a sus pacientes durante cinco intensos años. Obtendría, entonces, unas importantes habilidades: responsabilidad, capacidad de organización y autogestión, solvencia para trabajar en equipo o individualmente, don de gentes y facilidad de trato al público, seriedad, compromiso y puntualidad. ¡Gracias a todo ello nunca le faltó el trabajo!

Todo ello haría que, tras adquirir una gran experiencia, pasados esos años, la contratasen para cuidar a personas mayores y enfermos en el Hospital General de Jerez de la Frontera o en Hospital San Juan Grande.

A lo largo de su vida se relacionó con una gran variedad de enfermos, y a todos ellos los trataba por igual: con mucho cariño y respeto. Siempre terminaba encontrando la paciencia en lo más profundo de su alma, a pesar de que, muchas veces, las situaciones a las que se tenía que enfrentar eran insoportables, llegando a peligrar su salud.

 

Hace un par de años le detectaron una gran enfermedad, que podría acabar con su vida. Sin embargo, ni eso la detendría, pues actualmente sigue trabajando, porque se debe a su trabajo y a sus abuelos.

Esa enfermedad, como podréis imaginar, era un tumor en la cabeza, el cual le produce síntomas como vómitos o dolores fuertes de cabeza. Aun así, ella nunca dejó de trabajar, incluso en una empresa de cuidados a domicilio en la que estuvo, ocultó su enfermedad por miedo a que la despidieran.

Hoy en día, y transcurrido ya unos años, todavía sigue trabajando, a sabiendas de que su enfermedad no tiene cura; es más, le ha ocasionado metástasis.

Leonor sigue luchando y desviviéndose por el amor a su trabajo, cueste lo que le cueste, incluso si es su salud.