Todo transcurre como siempre, tu uniforme en su sitio, poder coger el ascensor, fichar… la vida de los residentes en orden, aseos, baños, ropas, salidas, familias que entran y salen, risas, cantos, reuniones, bingos, fiestas, cumpleaños...

Pero de repente, llamada por megafonía de la supervisora, que urgía una reunión para activar protocolos de emergencia y urgencia ante lo que se venía, piel de punta, miedo a qué venía y cómo afrontarlo.

Cierre de puertas, cada uno a su habitación, familias que ya no podían acceder al interior. 

Ellos, los pacientes, que nos han dado lección de vida, no entendían que ocurría, si no se acuerdan ni de cómo se llaman, ni que han comido y se ven sin visitas, en sus habitaciones, con mascarillas que nos enseñaron a ver a través de la mirada, donde su habitación era su salón, su comedor, su todo.

La residencia estaba colocada por biombos, por zonas, de zona más caliente a la de menos, ropajes que tuvieron que traer los militares, fumigado de las paredes de fuera por los bomberos, ropas donde ni nos conocíamos, y donde ellos solo nos veían a nosotros, su vida era nuestras muestras de cariño, nuestras palabras, eran lo primero y lo último que veían en esas habitaciones de pasillos largos. Y nosotros, no dábamos abasto.

 

Cuántos han caído en nuestras manos, sin poderse despedirse de su familia, esas bombonas de oxígeno o de snorkel, para poder hacer que ese paciente no se quede ahí, ahogándose.

No somos ángeles, no tenemos alas, pero alas nos daba la vocación de hacer que ese paciente no se nos fuese, que aguantara un poco más, por un virus que no sabíamos porque era tan letal, en unas edades y patologías que se complicaba. Nadie entendía nada, pero no podíamos parar a pensar qué pasaba, solo que esto pasase cuanto antes y volver a la normalidad.

2 años que nuestra vida sin querer se ha parado, porque se ha parado; terapias, peluquería, etc. caras que ni conocemos, no sabemos ni los nombres, personas que nos hemos unido por unas mascarillas y unos guantes de látex, ayudándonos a ponernos el EPI en ese campo de batalla separado por biombos. 

Pensando que tenemos familia, al otro lado de la puerta y con miedo… pero la vocación en tiempos de pandemia donde ves que aprieta el tiempo, te hace ser verdaderamente un profesional. Y este es un trocito de experiencia vivida, más 15 años de vocación.