Julio sufrió un ictus hace más de tres años. Pero la vida quiso regalarle una segunda oportunidad porque no solo sobrevivió, si no que logró recuperarse y disfrutar de una vida normal. Ha querido compartir con UNIR Cuidadores su agradecimiento con los cuidadores que le ayudaron en su recuperación.
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No es hasta que me he puesto a escribir estas líneas, cuando he reparado en la importancia que tiene, y ha tenido en concreto para mí, la figura del cuidador.
Mis secuelas por fortuna no son incapacitantes y, también por fortuna, he sido completamente independiente desde que salí del hospital hace ya más de 3 años, posiblemente por este motivo no haya identificado a las personas que han estado cerca de mí realmente como mis “cuidadores”.
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Siempre asociamos al cuidador como la persona que realiza aquello que por nosotros mismos no podemos. Su principal tarea es facilitarnos aquellas acciones que a nosotros no nos son posibles.
En un porcentaje muy alto de los casos esto es cierto, pero me gustaría aprovechar la oportunidad para agradecer a aquellas personas silenciosas que realizan tareas silenciosas y que hacen posible la convivencia y recuperación de una enfermedad.
Mujer, marido, hijos, padres, hermanos, amigos, conocidos, cuidadores son todas aquellas personas que en algún momento te han escuchado, te han apoyado y te han ayudado en alguno de esos malos periodos que todos atravesamos.
Un cuidador no es una persona condescendiente, no es una persona que te protege del exterior tras una urna de cristal. Es una persona que te espolea, que te motiva, que te reta, es una persona que te mueve y que te obliga a mejorar.
Un cuidador silencioso es tu mujer cuando te obliga a levantarte y tú no quieres. Es un amigo yendo contigo un domingo a las 8 de la mañana para pasear, y también es un compañero de trabajo quedando a comer e invitándote a mirar hacia delante.
El papel de ellos no es fácil. Tienen que hacer equilibrios continuos entre ser comprensivos pero sin llegar a caer en la complacencia que todos buscamos. Deben ser personas que te escuchen pero que te fuercen a esforzarte y dar aquellos pasos que por ti solo no darías.
No siempre nuestro humor es del bueno. Sin embargo, estas personas están cerca y te comprenden. Entienden que tengas malos ratos e incluso que lo pagues injustamente con ellos, pero no les importa. Te animan con el “mañana será otro día” y te dicen que con seguridad que será mejor.
Quería dar las gracias a todos aquellos que en algún momento me han “empujado” a avanzar, que me han animado a perseguir mis objetivos, y que en gran parte les debo mi nivel de recuperación.
Todos los cuidadores, silenciosos o no, hacéis una labor fundamental en el proceso de recuperación de cualquier enfermedad, sois el apoyo de todos nosotros, gracias.
Julio Agredano
Página web: Freno al ictus