La vejez no debe ser una etapa de resignación y apatía. La curiosidad, la vitalidad, las ganas de ser feliz, deben potenciarse también entre los Mayores. La psicóloga Beatriz González Segura escribe esta invitación al envejecimiento activo.
Nos pasamos media vida buscando fórmulas y medios para lograr el éxito tanto a nivel profesional como personal.
Derrochamos horas, días, semanas, meses e incluso años preocupados por ser los mejores en nuestro trabajo, la mejor amiga, el mejor padre o la mejor madre; por tener un aspecto perfecto y una imagen envidiable; por reírnos, divertirnos y hacer locuras; por idear planes estupendos para viajar, conocer diferentes lugares y gente nueva; por ser los primeros en hacer algo original.
En definitiva, nos pasamos media vida intentando que, en el futuro, quede una huella firme de nuestro paso.
Pero, ¿qué pasa con la otra media vida?
Es obvio que, durante la infancia nos preocupa más sobrevivir y disfrutar el día a día que el futuro, y es en la adolescencia y la etapa adulta cuando intentamos cumplir esas metas de las que hablábamos anteriormente.
Entonces, ¿por qué acabamos convirtiendo la vejez en una etapa de espera? ¿Por qué permitimos que los achaques de la edad nos venzan y nos quedamos viendo el tiempo pasar? ¿Acaso no seguimos vivos llegada esa edad?
Es verdad que nos cuesta más esfuerzo hacer ciertas cosas a medida que vamos envejeciendo, que no las hacemos con la misma soltura que cuando eramos jóvenes, fuertes y ágiles… pero eso no quiere decir que tengamos que dejarlas olvidadas: sólo implica que tenemos que cambiar nuestro modo de hacer y ver las cosas.
Hemos de aceptar que la juventud y la fortaleza se van evaporando a medida que pasa el tiempo, pero la vitalidad es algo que, si se cuida y se cultiva día a día, puede durar para siempre.
He ahí la clave para envejecer con éxito: conservar las ganas de ser felices, mantener la vitalidad por encima de todo.
Y, para ello, hemos de aceptar lo que la vida nos pone en nuestro camino sin perder nunca las ganas de sonreír.
¿Quién no ha visto alguna vez a alguna persona mayor trabajando en el campo, subiendo las calles empinadas camino a su casa cargada de bolsas de la compra o jugando con sus nietos durante horas? ¿O grupos de ancianos recordando viejos tiempos riéndose, sentados en la puerta de sus casas hablando de su día a día? ¿O personas mayores haciendo rutas turísticas, o por la playa disfrutando de su jubilación siempre con una sonrisa en los labios?
Estos pueden ser buenos ejemplos que seguir. Tal vez es lo que debemos promover y fomentar tanto entre las personas Mayores que hay a nuestro alrededor, como entre las personas adultas a las que les preocupa llegar a esa edad, e incluso entre jóvenes y adolescentes.
Pues, ¿no deberíamos prepararnos todos y todas para cumplir años de la mejor manera y lo más sanamente posible para disfrutarlos?
Envejecer sin amargura
Porque, lo único que se puede tener claro en esta vida es que todos, con independendencia del género, la cultura, el lugar de nacimiento o la cantidad de tiempo que pasemos cuidando nuestros cuerpos, todos, sin excepciones, vamos envejeciendo día a día.
Y esto nos hace preguntarnos una cosa: ¿es más importante el cuidado personal para intentar prolongar lo máximo posible un fin inevitable como es el envejecimiento del cuerpo, o importa más llegar con una buena salud mental conservando un espíritu joven, alegre y dinámico?
La respuesta parece más que evidente. Y, en esta línea, luchar por un envejecimiento activo en todas las edades se convierte en lo más sensato.
Hemos de encontrar un modo distinto de ver pasar los años: no como algo negativo, sino como etapas nuevas de la vida en las que podemos ser felices.
Se trata de cultivar un enfoque positivo que nos permita ver los problemas y las vivencias como nuevas oportunidades para aprender y crecer como personas, de tal modo que percibamos la vida no como una carrera de obstáculos, sino como una sucesión de retos y metas que somos capaces de superar y que nos engrandecen.
Consejos para un envejecimiento más feliz
- Utilizar el diálogo en lugar de la discusión para solucionar el problema.
- Pedir las cosas con amabilidad.
- Intentar entender el porqué de las cosas no solo desde nuestro punto de vista, sino también desde el de los demás.
- No tomar decisiones importantes en momentos en los que no nos encontremos bien de ánimo.
- Buscar aspectos positivos en todos los ámbitos de nuestro día a día (si no te ves capaz en algún momento, también es bueno buscar ayuda en las personas de tu alrededor).
- Hacer deporte.
- Potenciar las amistades saludables.
En suma, se trata de pequeños cambios que nos harán ver la vida desde otro punto de vista y nos ayudarán a salir cada día a la calle vestidos con una sonrisa.
Así que no nos queda más que ponernos manos a la obra. Merece la pena encontrar los medios para lograr estos pequeños cambios que pueden suponer, a larga, un cambio mucho mayor. A fin de cuentas, ¿quién dijo que la edad importa para ser feliz?
Beatriz González Segura. Psicóloga.
Te recomendamos ver la Masterclass "Aprender a envejecer: cómo afrontar los cambios".