El estrés en sí mismo no es un concepto negativo. De hecho, se sabe que el aumento del estrés puede mejorar el rendimiento, siempre que este no sea excesivamente frecuente e intenso y que no supere la capacidad de adaptación de la persona.

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Por su parte, ante niveles de estrés muy bajos, el rendimiento tampoco es el adecuado. Por eso, se suele distinguir entre eustrés (estrés positivo), que sería el nivel óptimo de activación para realizar actividades y el distrés (estrés negativo), que son los niveles inadecuados o excesivos de activación. Dicho de otro modo, una persona experimentaría distrés cuando muestra una activación física y psicológica excesivamente alta o baja ante las demandas de una actividad. Esta respuesta inadecuada puede afectar física y psicológicamente tanto a la persona que la padece, como a su entorno.

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¿Qué provoca el estrés?

En general, el estrés provoca una reducción de las conductas saludables (ejercicio físico, dormir, alimentación…) y un aumento de las no saludables (fumar, beber, comer en exceso o a deshoras…). A su vez, el aumento de algunas de estas conductas (como las adicciones) provoca un aumento de estrés, llegando a convertirse en algo cíclico.


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El estrés también provoca un aumento de la activación fisiológica, que al mantenerse excesivamente en el tiempo puede dar lugar a problemas físicos (insomnio, pérdida del apetito sexual…) e inmunodepresión. También puede causar diversa sintomatología psicológica, al provocar el desarrollo de sesgos cognitivos, como errores de pensamiento, en la interpretación de la activación fisiológica, de la conducta o de los pensamientos y situaciones.

Además, el mantenimiento de una situación de estrés prolongada puede dar lugar al síndrome “burnout”, cuyas consecuencias son mucho más intensas y duraderas, dificultando más la vuelta al equilibrio una vez los estresores han desaparecido de nuestra vida. Si quieres conocer más acerca del estrés, no te pierdas la MasterClass: 'El estrés: sus causas, consecuencias y algunas técnicas para disminuirlo'.