La doctora Susana Domínguez, médico especialista en pediatría, nos acerca en una entrevista las claves de por qué existe obesidad infantil y cómo podemos actuar ante ella.
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¿Por qué cada vez hay más niños con problemas de sobrepeso?
El sobrepeso y la obesidad son trastornos crónicos multifactoriales.
Sería una simplificación excesiva afirmar que la causa única es un desequilibrio energético, derivado del sedentarismo y de la oferta de productos alimentarios baratos e hiperpalatables a la vez que hipercalóricos.
El paisaje que ofrecen los estantes de un supermercado obedece a una demanda de productos asequibles, sabrosos y fáciles de disponer por parte de aquellos que no conceden valor o tiempo para ir al mercado o para cocinar, incluso a veces ni para sentarse a la mesa.
El sedentarismo y la inactividad física son fruto de nuestra comodidad extrema ¿Para qué andar o subir escaleras si disponemos de vehículos y ascensores? ¿Para qué cruzar la sala o el barrio si podemos descolgar el teléfono?
Lo cierto es que si hemos llegado a este punto, con la tasa de obesidad en auge y la franja de edad asolada en descenso, es porque esta situación se ha “naturalizado” y ya no es valorada como un privilegio.
No queremos prescindir de nada, ¡lo queremos todo! Y el niño que crece con el “agua dulcificada y enlatada” en la nevera y las “galletas en bolsas de plástico” en la mochila crece pensando que esas circunstancias son válidas y las rutinas diarias, ya integradas, son difíciles de mover.
Además, muchos tardan en ver la necesidad de cambiar porque las consecuencias de la sobrealimentación no son inmediatas y las estrategias requeridas son tremendamente impopulares.
Para cambiar las pautas de alimentación se requiere concienciación, esfuerzo y determinación.
En mi opinión, la “confusión alimentaria” y la dificultad para mantener un peso saludable aparecen por la sobrealimentación y la inactividad derivados de la confortabilidad desmedida.
Pero se sostienen porque la reflexión se demora. Y el aprendizaje nutricional se convierte en imprescindible para desarrollar un criterio y cierto grado de voluntad y tenacidad parecen inevitables para lograrlo.
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¿Quién es el culpable del aumento de los casos de obesidad?
La obesidad es una enfermedad socioeconómica, ya que golpea de forma más intensa a aquellos estratos sociales con menos oportunidades de vida saludable, de cultura deportiva y con hábitos dietéticos alejados de las recomendaciones expertas.
Porque priorizan alimentos baratos, con abundancia de grasas y azúcares, energéticamente densos, pero tristemente parcos en calidad nutricional.
No obstante, es preciso destacar, que en algunos países emergentes son las clases sociales aventajadas las que, movidas por el reclamo publicitario y su posicionamiento socioeconómico, hacen uso y abuso de estos productos alimentarios tan atractivos como calóricos.
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¿Cuáles son las pautas que hay que seguir ante un caso de obesidad infantil?
El niño con posible sobrepeso u obesidad que realiza una consulta por éste u otro motivo requiere una anamnesis completa de sus antecedentes personales y familiares y un examen físico completo con toma de tensión y medidas antropométricas (peso, talla y circunferencia abdominal).
Cuando se confirma el diagnóstico se realizan análisis sanguíneos para descartar alteraciones metabólicas. En ausencia de éstas, el paciente es controlado por su equipo de pediatría, quien supervisa regularmente los hábitos dietéticos.
Esto lo realizan mediante el registro semanal de la ingesta. Pero también con la actividad física y la dinámica o situación emocional del entorno familiar. Se aborda el caso desde múltiples perspectivas: conducta, motivación y consejo nutricional.
Cuando la evolución no es satisfactoria, o ante la existencia de complicaciones, otros profesionales entran en escena.
Al margen de esta aproximación individual, las estrategias más eficaces son las que se dirigen a modificar el ambiente, el entorno más inmediato (familia). Pero también las medidas más generales que afectan a círculos más amplios (escuela, transportes, publicidad, industria alimentaria…).
Es indispensable reconducir en muchos casos la alimentación familiar, aumentando el consumo de fruta y vegetales frescos y disminuyendo la participación de procesados y refrescos. También incentivando el ejercicio físico, facilitando los desplazamientos a pie o en bicicleta, pasando más tiempo en familia y restringiendo el tiempo dedicado a los juegos de ordenador, consolas y móviles.
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¿Qué opinas de la formación online?
Me parece un recurso valioso para una sociedad que adolece de tiempo y entusiasmo para la formación presencial y en la que la transmisión personal del conocimiento y de la práctica está cada vez más en desuso.
Sin duda alguna, la educación alimentaria terminará por hacerse un hueco en las escuelas. Pero mientras este proceso se formaliza, cobran vital importancia los recursos y políticas sociales dirigidas a incentivar la formación de formadores y de cuidadores.
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