Mujer cabizabaja

Ante todo quiero dar las gracias a mis abuelos, por ellos vi cual era mi verdadera vocación.

Todo empieza al vivir con mis abuelos desde muy pequeña. Me ofrecieron sus cuidados, educación y grandes valores. Conforme fui creciendo me di cuenta que yo era sus manos y sus pies. Así que me había convertido en su cuidadora desde muy temprana edad.

Cuando ellos fallecieron dejaron una gran semilla plantada en mí y tras mucho tiempo de reflexión decidí dedicarme a la educación especial.

En el tiempo que estuve formándome, lo complementaba con prácticas y con varios voluntariados.

Estaba con niños sin ningún tipo de necesidad especial pero que se encontraban en residencias y esperaban a que alguien llegara hablar con ellos, les diera atención, cariño y los sacara unas horas para olvidarse de esa pesada rutina que desde tan pequeños llevaban sobre sus hombros.

Pero sin olvidarme de mis personas con capacidades reducidas, también hacía voluntariado en residencias con ellos para ir cogiendo experiencia y ver si esa era mi verdadera vocación.

Porque esto aparte de ser un trabajo es vocacional para poder volcarte totalmente en lo que haces cada día.

 

Todo esto me enriqueció para poder llevar a cabo mi trabajo y saber tratar a las personas con el cariño y la dignidad que se merecen.

Lo que no puedo dejar de mencionar es todo lo que aprendes de ellos. A pesar de sus dificultades, siempre tienen una sonrisa para ti, una mirada tranquilizadora o un gesto de agradecimiento por tus cuidados.

Algunos no pueden o no saben expresarse y por ello hay que atender cada una de sus señales o gestos para poder entenderles y comunicarte con ellos. Me han enseñado a no acomodarme, a no ser conformista, luchar por lo que quiero y a disfrutar de mi trabajo con ellos.

Por todo esto animo a todas aquellas personas que no hayan tenido contacto con este mundo que lo hagan, les aseguro que la experiencia va a cambiar muchas cosas en vuestro interior y a valorar las cosas sencillas que antes pasaban desapercibidas por nuestro lado.

 

Abramos el corazón y no tengamos cabida para la pena, la desazón o el rechazo. Sí para ser generosos, empáticos y estar dispuestos a llenar de alegría la vida de estos chavales.

Y por último, algo que considero muy importante, hacer las cosas como nos gustaría que nos las hicieran a nosotros. De esta manera seremos cuidadosos en cada una de las cosas que realizamos y enaltecemos a la persona dependiente.