Carmencita muy sonriente, protagonista del relato.

-¿A quién esperas tan temprano?-A alguno de mis hijos-, me responde Carmencita.

-Pero son apenas las seis de la mañana le dije-, ella con su mirada brillante y llena de esperanza dice -no importa ahora tengo mis vacunas completas y como hace mas de un año que no les veo por esta pandemia todos estamos muy alejados y si antes no venían a verme ahora si tienen una justificación para no venir aunque, no entiendo si este virus también se pega por una llamada telefónica pues tampoco llaman, mira cuantos compañeros han fallecido y ni siquiera los familiares han regresado a por sus pertenencias solamente una llamada para decir que repartieran los muebles y ropa entre los que quieran, lo demás que lo tiren. ¿No es esto algo desolador? se me encoge el corazón al pensar cuanto tiempo le dedicamos a nuestros retoños y todos los sacrificios de que estos estudiasen y ahora ni se acuerdan de una visita o una llamada. Mi móvil casi sin usar ya que las llamadas que recibo son las del Banco para pagar la renta en el albergue, la llamada de seguridad social a ver como me encuentro, ya amigos ni hay, muchos se han ido y los otros con demencia a veces pienso que afortunados viven su día a día sin esperar nada solo sus alimentos y ya está. Menos mal no se dan cuenta de nada, la vida continua.-

 

Esto me lo dice Carmencita desde su corazón y pienso si mis padres estuviesen vivos como sería mi pensamiento ya que cada adulto se convierte en un extraño para las familias; los nietos y bisnietos no pueden tolerarlos aunque afortunados quienes por la pandemia estaban confinados y este obligado encierro les ha unido más, lamentablemente a todas las Carmencitas que viven en residencias que ya están con sus vacunas y tienen la esperanza de recibir y ver a sus familias, pues con lo único que cuentan es con el personal sanitario que ha sido entrenado y se han preparado para poderles brindar algo muy parecido a un hogar. Terminamos siendo parte fundamental su nueva familia.