Protagonistas del relato, juntos y felices.

Miró a su mujer a la cara, surcada de arrugas, y con inmenso amor en sus ojos le dijo: “Bonita mía, ¡cuánto te amo!”. No fueron sus últimas palabras, aunque casi, porque ya pronto dejaría de hablar y al poco tiempo subiría al cielo junto a sus padres y hermanas.

Llevaban 50 años juntos y nunca hubo entre ellos una pelea, ni una mala palabra. Por suerte los días de confinamiento los pasaron juntos y al lado de sus hijos, por lo que pudieron abrazarse y besarse como siempre lo habían hecho. 

Ella siempre cuidó de él y él siempre cuidó de ella, pero fue en esta última etapa de la vida cuando él había ido perdiendo poco a poco todas sus facultades, cuando todos en la familia nos volcamos en su cuidado, pero sobre todo ella. Su esposa, su compañera de vida, no dejó un segundo de pensar en él, de cuidar de él, de procurarle los mejores momentos posibles.

“Cuánto duele el amor”, me dijo mamá, cuando ya veía que papá encaminaba sus pasos inexorablemente hacia el paraíso.

 

Días antes, cuando papá todavía era un poco consciente de su situación, le había comentado a mamá: “Yo sé que todos me quieren mucho pero tú eres la que más me quiere”. También ella era la persona a la que él más quería. Su familia siempre fue su pasión pero sobre todo su mujer, a la que siempre amó y respetó.

Cuando iban de vacaciones papá no dejaba que mamá llevara ni un solo bulto. Mamá se quejaba de que fuese tan cargado pero él no lo hacía porque fuese “el hombre” sino porque si podía cargar él con el peso por qué dejar que cargara ella. O cuando a mamá le operaron de páncreas y después de unos días en la UCI  la subieron por fin a su habitación y apareció papá empapado, porque venía del pueblo y estaba cayendo el diluvio universal, con un ramo de flores, que había puesto en el huerto para ella, en una mano y una bolsa de almendras, que sabía que le gustaban, en la otra.

 

Ver el amor con el que se han cuidado durante toda la vida papá y mamá pero sobre todo en los últimos tiempos ha sido la mejor herencia que nos han podido legar. La mayor lección de amor que han podido transmitirnos.

Gracias papá, gracias mamá. Me llena de orgullo ser vuestra hija. Ya falta menos mamá para que os volváis a encontrar y continuar vuestra historia, pues os disteis un sí para siempre más allá de la muerte.