Manos entrelazadas

Te busco. En las manos de mi hijo, en las mías propias siempre con las uñas largas, como tú las llevabas, en los rizos de mis hijas, en la sonrisa de tu hermana, en los andares de las mías.

Te busco. En las canciones que te gustaban, en esas Zarzuelas que tarareabas, las canciones infantiles que aún puedo escuchar en ese disco de vinilo que encontré por casa.

Te busco. En los cuadros que pintaste, el estaño que labraste, la mantelería que bordaste, el traje de segoviana que llevaste.

Te busco. Con el olor a té recién hecho, a leche caliente de la que apartabas la nata para tomarla con azúcar, a esas tortitas con nata y fresa que tomabas cuando íbamos a ver a los abuelos.

Te busco. Cuando veo unos pendientes de aros, una persona dando de comer a los pájaros que siempre te gustaron, esos zapatos anchos que años atrás llevabas, esas figuras de porcelana que te encantaban, las muñecas que coleccionabas.

Te busco. En esos ojos perdidos que siempre fueron tan expresivos, esa piel suave que aún mantienes, ese momento de genio que muy de vez en cuando expresas, esa voz de la que ya apenas escucho palabras sueltas.

 

Y sigo buscando mamá. Intentando nadar entre las aguas turbulentas de tu consciencia para ver si, por un instante, por un minuto, vuelven tus ojos a mirar los míos. Buscándote para por un momento sacarte un beso. Porque yo no olvido.

Te busco porque eres mucho más. Porque estás hecha de sueños, de momentos, de vivencias que hemos compartido, bien juntas o bien narrándome y yo escuchándote, poniendo bien el oído.  

Te busco. Nadando por el mar del olvido te lanzo imágenes, canciones, nombres, recuerdos. Tu nombre, María del Carmen. El de tus padres, tus hermanos, tu marido, tus hijos, tus nietos. Tu vocación, la docencia. Tu afición, la pintura. ¿Recuerdas mamá aquel día que…?

Y damos un paseo. Tú en tu silla de ruedas, yo empujo. Mira los caballos. ¡Cuántos habrás pintado! Y te acerco flores de manzanilla, como cuando salíamos a buscarlas al campo para hacer luego infusiones. ¿Tienes calor mamá?  

Y canto para ti. Ya sé que fatal. Pero lo intento. Esa “Canción del vagabundo” de la Zarzuela “Alma de Dios”, una de tus favoritas. Antes la música te despertaba y por unos instantes emergía esa parte de ti. Ya no. Pero no me rindo.

Volverás mamá. Sólo por encontrar tus ojos una vez más mirando los míos, te seguiré buscando. Porque allá donde quiera que estés, dormidos tus recuerdos en el mar del olvido, allá donde quiera que estés, yo estoy contigo.