Mari Cruz en rehabilitación

Ángel es el apodo que los compañeros de batalla de Grupo 5 CIAN pusieron a Mari Cruz cuando ingresó en el centro. Un soplo de aire fresco, de alegría y de positividad, tan necesarios cuando te estás recuperando de algo tan duro como un ictus. Incluso María, la fisioterapeuta que la valoró cuando llegó al centro, afirma que “cuando ingresó en CIAN, no podía ni incorporarse ni mantenerse sentada. Pero fue verla llegar, tumbada en la cama, y ya con una sonrisa. Nos lo puso muy fácil”.

Fue en marzo de 2020 cuando a Mari Cruz y a su familia les cambió la vida. Unos dolores de cabeza recurrentes, “pero distintos a los normales”, una pierna que se dormía, y el fatídico día en el que, de repente, su cuerpo dejó de responder. Llamó a su marido, “ven rápido, porque de esta ya me muero. Una llamada al servicio de emergencia y dos palabras del médico que la atendió en su casa: “Código ictus”. Mari Cruz no se equivocaba, porque el diagnóstico que ofrecieron a su familia cuando llegó al hospital fue “clínicamente muerta”. Félix, su marido, se aferró a la única esperanza sin garantía de éxito: una complicada operación. Confiaban en la fortaleza de Mari Cruz. “¿Me he muerto?”, le preguntó Mari Cruz a su marido cuando despertó. “Porque he visto esa luz de la que hablan tanto”. Es de las pocas cosas de las que se acuerda de los diez días que pasó en la UCI.

 

La siguiente batalla ya fue en CIAN, con la neurorrehabilitación. “Fue mi cuñado, que es médico, quien me recomendó este centro, que era buenísimo”, afirma Félix. Y así fue como Mari Cruz ingresó en CIAN en pleno estado de alarma y pasó a ser un “ángel” para sus compañeros. “Es una pasada. Es como una familia, con un trato magnífico. Estás en una burbuja. Mi marido me llamaba y me decía: ¿estás bien? ¡Qué voy a buscarte! Y yo: ¡pero si estoy feliz!”. Recuerda que comenzar los ejercicios de rehabilitación de fisioterapia y terapia ocupacional fue muy duro, pero su objetivo era volver a su vida de antes lo más recuperada posible. Por ella, por su familia, “y por mi virgencica de Chilla, patrona de mi pueblo”, comenta emocionada. En CIAN encontró un “gran equipo de profesionales” altamente cualificados, comprometidos “y muy cercanos: me hicieron sentir acompañada durante todo el proceso. Éramos un equipo”.

Y, efectivamente, su esfuerzo y el gran trabajo realizado junto a los especialistas de CIAN tuvieron su recompensa “Quién me iba a decir a mí que, seis meses después del ictus, estaría en mi casa cocinando o planchando, con apoyos, pero de manera autónoma”.

Ciertamente, a día de hoy, Mari Cruz puede dar unos pasos y ya se vale por sí misma. “Puedo vestirme sola, puedo moverme por casa andando y, sentada en la silla, hago de todo: plancho, doblo calcetines, ayudo en la cocina… Incluso ya puedo pelar una manzana sujetándola con la mano izquierda”. Y es que, como afirma Félix, su marido, su recuperación ha sido espectacular. Nos dijeron que no andaría nunca más y que tendría medio cuerpo paralizado, e incluso que podría necesitar un collarín en la silla para sujetar el cuello. Eso en marzo. Y ya en junio, tras unos meses en CIAN, le vimos dar unos pasos”. Ese fue el mejor regalo que Mari Cruz hizo a su hija: entrar andando en su fiesta de cumpleaños.

 

Equipo Grupo 5 CIAN Navarra