Cuidadora con la persona a la que cuida.

Al llegar a una casa, la primera impresión que tenemos puede ser acertada o no, sin importar mucho esto, asumimos de manera responsable el cuidado de una persona, una persona que con el tiempo se va volviendo parte de nuestros días, parte de nuestras preocupaciones, alegrías, logros, aciertos y quizá desaciertos inesperados.

Cuando cuido de personas mayores, el reto es aprender y enseñar, mantener o recuperar buenos momentos o actividades cotidianas que fortalezcan ese cansado cuerpo que en ocasiones no responde como quisiéramos, pero que con sus necesidades hace lucha diaria para poder continuar con una vida digna.

Al cuidar de niños en edad escolar, nuestro reto es mayor, pues debemos adaptarnos a un entorno moderno que nos exige “ser cool o más interesantes que papá y mamá”, orientar en vez de regañar, enseñar jugando, mostrar un mundo amable a pesar de lo difícil que puede llegar a ser un día en el colegio tratando de competir con otros chicos que comprenden mejor todas las asignaturas o que por su condición “normal”, todo está perfectamente ajustado en su día a día.

Al cuidar de un bebé, el reto diario es facilitar la comprensión, aprendizaje y adaptación a un mundo nuevo, aun día a día experimentando, conociendo, escuchando, viendo. Es permitirle a un nuevo ser una fácil integración a una vida adaptada a sus propias necesidades y a un mundo nuevo, es estimular adecuadamente para lograr una interacción práctica, “adecuada”, “normal” y agradable, es aprender y entender que desde que nacemos necesitamos personas amables que nos enseñen a ser parte de una sociedad.

 

El reto es grande, el reto es maravilloso cada día cuando al despertar sabemos que tenemos una nueva oportunidad, un par de horas para llegar a una lugar extraño y hacernos parte de una familia… hacernos dueños de un lugar ajeno en el que debemos mejorar y garantizar un óptimo desempeño y adaptación de una persona que quizá no viva está misma realidad por su demencia o su Alzheimer, o un niño que por su autismo vive su propia realidad y nos aísla sin querer lastimarnos o menospreciar nuestro apoyo en su espacio, en su mundo, en su realidad o un bebé que al llegar a este mundo no pudo alanzar su desarrollo “normal” y ha venido presentando un desarrollo mucho más lento que el de sus primos, sus hermanos, sus vecinos… algo que para muchos padres, puede llegar a ser un reto, una dificultad, un problema… o como alguna vez escuche con gran tristeza: “un error que cometí”.

 

Siempre en nuestra intervención o cuidados básicos terminamos involucrándonos con las personas a nuestro cargo y cuando por razones ajenas a nuestra voluntad, esas personas parten o como digo yo: “se van al cielo”, sentimos un dolor y una tristeza tan grande que a la vez fortalece nuestro compromiso para en una próxima oportunidad dar mucho más y ser mejores seres humanos, antes que mejores expertos, pues no debemos olvidar que antes que nuestra labor de cuidadores, terapeutas, enfermeros o profesionales del área de la salud somos seres humanos, algunos con la fortuna de tener unos padres maravillosos, unos hijos ejemplares, unos bebés inigualables, un entorno tan feliz y complaciente que nos hace olvidar mucha veces, que otros tienen algún tipo de necesidad básica, simple, extraña o no tan extraña, evidente o sutil, pero como sea está afectando no solo a un ser, sino un entorno cercano que debe adaptarse y aprender una vida nueva que disminuya esa dificultad, que permita una “normalidad “ funcional a pesar de que esto le esté generando una tristeza profunda, una decepción con la vida, un problema económico o social y que sin importan todo esto, siempre busca una mano amiga que le ayude a sobrellevar dicha condición.

 

Hace poco me dijeron que mi presencia daba paz, que mis masajes eran maravillosos, que mis cuidados estaban haciendo bien a la bebé, a los abuelos, a los “catacroquer” que se repetían cada vez más, pues conmigo al lado, no aparecían, que me extrañaban… y a pesar de no tener una vida completamente maravillosa, pues también soy humana, todos los días le doy gracias a Dios por mi profesión, mis trabajos, mi vida.