Desde la calma de haber reposado toda la montaña rusa de emociones que viví durante el confinamiento y desde esta energía de paz que da haber hecho sólo lo que había que hacer, os transmito un poco de lo que para mí ha sido un antes y un después a nivel laboral, pero sobre todo personal.

Ya estaba aquí y no podíamos mirar hacia otro lado… incertidumbre, pero sobre todo miedo por parte de trabajadores, la sensación de poder ser responsables de meter el bicho pesaba mucho, y de residentes… cuando pienso en esto me viene de inmediato la imagen de una de las personas residentes gritando por el pasillo “¡¡¡pero es que no os dais cuenta, nos vamos a morir todos, no va a quedar aquí ni el apuntador!!!” mucha angustia contenida, aún se me encoge el alma cuando lo recuerdo.

 

Pero a veces la adversidad hace que veas muy claro lo que toca hacer en ese momento y que, aunque no sabes muy bien ni cómo hacerlo ni cómo va a salir sientes que no es una locura lo que te ronda la cabeza y que no eres el único loco a quien le pasa.

Así que para allí que nos fuimos, 23 de marzo dirección Residencia San Jerónimo, en principio para quince días, aunque algo decía que serían más días…, con nuestra maleta y alguna con los colchones de casa habíamos decidido aislarnos con las personas residentes, era para nosotros la mejor manera de protegerles, cerrar las puertas a cal y canto y esperar que no estuviese ya entre nosotros. Pese a tenerlo muy claro y sentir el apoyo de las familias fueron días difíciles (por lo menos para mí), la verdad que nos enterábamos de poco del exterior, no teníamos mucho tiempo y además no nos hacía mucho bien las noticias que llegaban.

 

Rápido organizamos el trabajo, todos a una. Ha sido maravilloso compartir espacio con un EQUIPO HUMANO, con unos SUPERCUIDADORES tan involucrados y dispuestos a todo.

Poco a poco el miedo que flotaba en el ambiente se fue transformando en alegría, quince personas cuidadores viviendo con setenta personas mayores fuimos capaces de darle la vuelta a una situación en la que todos estábamos asustados. Cuando nos sentábamos todo el equipo a cenar y hacíamos balance del día el sentir general era “otra batalla ganada”, tenían que pasar dos semanas para que respirásemos un poco más tranquilos. Y pasaron los días en que a priori no estaba entre nosotros, y como todas las noches decía el capi (el director) en su video “todos seguimos asintomáticos y bien”, lo estábamos consiguiendo, pero no nos podíamos relajar, había que seguir poniendo especial cuidado en todo lo que entraba de fuera, en la desinfección de la resi en mil detalles que no se nos podían escapar. Era curioso, pero no teníamos ni un catarro en el centro.

Entramos ya en una rutina y normalidad absoluta, ya era nuestra Casa, nuestra Gran Familia y todo fluía pese a que la vida siempre te pone delante la realidad y también nos tocó vivir la despedida de algún residente que aunque no pudo ser acompañado por sus seres queridos no tuvo un momento de soledad porque para eso estábamos allí, para atender sus necesidades más físicas, pero sobre todo para que se sintiesen acompañados y echasen un poquito menos en falta a sus familiares, siento que también lo conseguimos, sus palabras de agradecimiento así nos lo transmitían.

 

La alegría seguía en aumento y lo buenos ratos con las personas residentes lo disfrutábamos mucho y entre nosotros también se hicieron lazos más fuertes, que buenos ratos hemos pasado con la guitarra después de cenar y con tantas risas no había manera de irse antes de las doce a la cama… mi abuelo siempre decía “que más valen estos raticos que una vueltica por la plaza” y no podíamos dejar pasar la oportunidad de conocer en otro ambiente a nuestros compañeros.

Las sorpresas y agradecimientos del exterior llegaban en forma de cartas, videos de apoyo de familias de residentes y de nuestra gente, de famosos, de equipos de futbol… de quesos, nueces, tartas, bizcochos, aportaciones económicas, pulseras, Tablets, móviles, comida, muuuuuuucha comida…. Un par de kilillos de más nos trajimos para casa más de uno. Estaban todo el día los medios de comunicación encima nuestra, al principio he de reconocer que hacía gracia, pero todo llegó a un nivel que desde nuestra burbuja algunos no entendíamos muy bien” ¿Todo esto sólo por hacer nuestro trabajo?” al fin y al cabo nuestra profesión va de cuidar, atender y proteger y eso estamos haciendo, si las circunstancias cambian también tiene que cambiar la forma de cuidar. Pero entendimos que la repercusión que tiene hacer algo diferente es esa y que dentro de la energía negativa que bañaba el mundo esos días también se tenía que saber que en algún sitio esto se estaba viviendo de otra forma, que también hay cosas bonitas y que en este caso nuestra casa y nosotros éramos protagonistas inesperados.

 

Así que con todo lo que estábamos consiguiendo, con la que había liada fuera y con los consejos de nuestras familias que nos decían que no podíamos salir que no podíamos dejarlo a medias, que no iba a valer de nada todo el esfuerzo que habíamos hecho, que las personas mayores eran los que más estaban pagando esta locura, decidimos seguir otra, otra y otra semana más, cinco en total, 35 días… He de reconocer que los últimos días a mí se me hicieron cansados, eran ya muchos seguidos trabajando del punto de la mañana a última hora de la noche, intentabas descansar cuando había un rato pero es que siempre había faena para hacer, ayudar a un compañero, acompañar a un residente, salir a cantar y bailar el Resistiré, hacer un guateque con su correspondiente merienda especial, hacer la comida para 80 (en esos momentos y circunstancias el tema del catering no fue fácil), no podían faltar las torrijas caseras en semana santa, ni los flanes de huevo de avestruz (que buenos), ni el cardo ni acelga de la huerta de la huerta de la Residencia, ni el aurresku de Balmaseda de David el director… ni tantas cosas que entre todos hemos hecho para cuidar y cuidarnos y para crear un Oasis entre tanta locura.

 

A nivel personal, volver a trabajar de día (mi turno es el de noche) y en estas circunstancias especiales y totalmente inesperadas ha sido UN REGALO DE VIDA, me ha conectado directamente con la vocación que siento por mi profesión y me ha hecho sentir que tengo la profesión más bonita del mundo. Compartir tantas risas, bailes, lloros, abrazos, cantos, conversaciones, pero sobre todo MOMENTOS ha sido una de las experiencias más increíbles de mi vida, que bien sienta sentir que estás ayudando a alguien, pero sienta mejor sentir que todo eso te está ayudando a ti mil veces más. Estoy super agradecida de haber podido vivir algo que ni en mis mejores sueños jamás podría haber imaginado y por estar trabajando en un centro donde se coloca a la persona en el centro y se atienden sus necesidades ¿hay mejor manera de cuidar?

Fuimos capaces, además de contener la entrada del COVID19, de sacar a las personas residentes de esa energía de pánico. Siento que esto es lo más importante que hicimos y es que cada vez tengo más claro que el cambio llega a través de la alegría.

 

Y para acabar es difícil resumir y poner palabras a toda esta experiencia, sólo me queda agradecer a mi gente por su apoyo incondicional, a las personas residentes por tanto cariño y al equipo de San Jerónimo por creer que UN MUNDO MAS BONITO ES POSIBLE.

 

Estela Biurrun Ciriza en representación de todo el equipo de la Residencia San Jerónimo.