Mil noches y unas cuantas más, mil noches llenas de insomnio, llenas de horrores, de una horrible agitación motriz, de dolorosas lágrimas…

Mil noches a trozos, pintadas en trazos claroscuros, sombrías, de pesadilla, que hoy se pierden en un recuerdo difuso, en una pequeña parte de un momento fatal, se pierden en un tiempo pasado de mi historia de vida, de tu historia de vida.

Mil noches y unas cuantas más, a tu lado, abrazada a tu esperanza, agarrada a tu presencia, enraizada en tu forma de acariciar mis manos, mis pies, mi espíritu.

Mil noches y unas cuantas más, muriendo en tus brazos y renaciendo en el inmenso amor de tu mirada.

 

Incondicional amor ese tuyo que me mantuvo y me mantiene en la realidad de este mundo, que pone alas en mí, para que vuele lejos, para que vuele alto, que me inunda de una fortaleza inverosímil, que me arropa, me cobija.

Las palabras no llegan a explicar y a agradecer tanto y tanto que has dado, que has puesto, que has perdido, por nada, por verme sonreír, por verme vivir, por verme, sin más.

 

Encaraste conmigo esta desventurada enfermedad que es la esquizofrenia y ahí sigues peleando sin rendirte, arrimando el hombro la primera y a veces la única, regalándome dosis de besos, de paciencia, de eternos parloteos…

Te sobra con escuchar un “estoy bien", un “soy feliz", un “he dormido genial", te basta saber que estoy en paz y aquella guerra terminó en esa unidad de agudos, ya hace 6 años.

 

Querida madre, has sido mi ancla en el tormentoso descenso a la locura, llegaste a ser mis ojos, cuando mi cerebro se negaba a leer lo que en realidad ponía en las novelas de aquella escritora que me gustaba tanto, leías y leías para mí, acariciándome el pelo, regalándome un renacer, dejándome llorar mi amargura, mi pena, mi dolor, construyendo inolvidables momentos que han traído mis pasos aquí hoy.

Querida madre, has sido mi respaldo para volver a vivir sola, para volver a estudiar, para volver..., para seguir…, para emprender…para existir. Y ha pasado el tiempo mamá, y nunca lloras, nunca te avergüenzas, nunca miras atrás, más que para contarme anécdotas de la infancia más tierna, cuándo imagino, que te enamoraste locamente de tus hijas.

 

Yo no sé escribir, sabes, no sé explicarte que te debo vivir, que te debo sonreír, que te debo toda esta fuerza que me entregaste en algún instante en el que me diste un beso mientras dormía una siesta, no sé contarte que tu presencia en mis días es mi piedra filosofal, y no sé argumentarte que esta aventura sin ti hubiese sido un limbo constante.

 

Lo que sí quiero, mamá, es darte las gracias por todo lo que me has entregado, en esta vida y en la anterior a esta, por todo eso que me entregas esté bien o esté mal, aquí o allí, azul o verde.

Agradecerte, que pertenezcas a ese ejército de criaturas divinas, llenas de solidaridad, ternura, empatía, que cómo tú, encuentras al borde de los insalvables abismos ofreciendo otra oportunidad, otro sendero, otra manera de mirar, ofreciendo los pies, las manos, esas criaturas que están al pie del cañón inquebrantables en cada casa.

Benditas criaturas divinas, que salvan desdichas, que no desfallecen frente a la crueldad de esas historias humanas, con las otros cierran los ojos. Monumentales personas, que ganan batallas al olvido, a la soledad, al mismo diablo, si se atreve a dar la cara, y pelean sin descanso día tras día, y pelean por los que sienten suyos, con la humildad como estandarte.

 

Mil noches y unas cuantas más, me enseñaste a no tener miedo a la oscuridad, mil noches y unas tantas más me tatuaste los achuchones en el fondo del alma, mil noches y todas esas que fueron, nunca te diste por vencida, nunca te escondiste, nunca te apagaste.

Eres la luz, en mi camino, la voz de mi pasado, y las enseñanzas que vendrán en algún futuro…

 

Mil noches y unas cuantas más quiero decirte que te quiero, quiero darte las buenas noches y quiero achucharte tan fuerte que en tu alma se tatúe todo el amor que siento por ti.

Eternamente GRACIAS por cuidarme siempre.