La primera vez que entré en contacto con M.C. asumimos una misión, y es que en todo el trayecto de vida que nos quedaba juntas trazaríamos un camino para devolvernos a casa.

Cuando la enfermedad de Alzheimer decide presentarse ante la vida de una persona, esta comienza una dura batalla que además debe asumir que va a perder, puesto que, da igual la edad que tengas, ella se encargará de ir seduciendo cada recuerdo de vida que has ido atesorando en el camino de tu existencia para dejarlo volar.

 

Yo sabía que contaba con un arma muy poderosa, pero no infalible, así que aprovecharía al máximo cada encuentro para depositar en cada acorde las coordenadas que nos ayudaran a crear un mapa seguro con el que encontrarnos cada vez que M.C. perdiera su orientación.

Los primeros años los utilizamos para diseñar dicho esquema. Cada canción que tocábamos y cantábamos tenía un recorrido de vida que se dibujaba asociando recuerdos y vivencias significativas,  que conseguíamos conectar a través de sonrisas y miradas cómplices.

En cada encuentro, aprendí a descifrar un lenguaje muy sutil. La clave para entender que estábamos en el camino correcto estaba en ese simple y humano lenguaje que para nosotras tenía dos códigos, una sonrisa y una mirada brillante, cómplice. Y así escribimos M.C. y yo nuestro cuaderno de bitácora.

 

Después de diez años de evolución de la enfermedad, M.C. y yo seguíamos quedando a la misma hora y en el mismo lugar, pero ella siempre tardaba un poco más en llegar. Ella hacía tiempo que había olvidado el mapa, casi ni se acordaba de su compañera de viaje, pero sin que ella casi se diera cuenta, yo lo disponía todo para que en cada encuentro consiguiéramos descifrar ese lenguaje que cada vez se hace más difícil recordar. Y es que hay señales que son muy difíciles de perder.

En todo este trayecto aprendimos que hay músicas, hay caminos que siempre te devuelven a casa.

Tal y como dice una de nuestras canciones favoritas de Joan Manuel Serrat, ''los recuerdos no los mata el tiempo y la ausencia, pues tienen un tren con boleto de ida y vuelta''.

La música facilita la posibilidad de evocar emociones y sentimientos que conectan nuestras mejores o peores sensaciones. La música nos mantiene en línea con la vida hasta que ella –la vida-, nos lo permita.

 

Hoy M.C ya no está físicamente nosotros, pero os aseguro que la recuerdo en cada acorde de cada canción aprendida durante los más de 10 años que estuvimos cuidándonos juntas.