Hace dos años salí de mi país Ecuador con sueños con metas con ideas claras, que lo que anhelaba en mi vida y una de ellas era hacer lo que me había apasionado desde pequeña y que he podido realizar al servir a los demás.

Al llegar a Cádiz, España, leí un anuncio si deseaba compartir mi tiempo con personas mayores en forma de voluntaria y no lo pensé me inscribí ese mismo momento, al indagar en redes sociales fui viendo programas de voluntariado y me inscribí inmediatamente, jamás me había sentido tan realizada como cuando conocí personas maravillosas como Pepi a quien conocí y visite muchos fines de semana en Puerto Luz, residencia de mayores que ahora mismo está cerrado para visitas, y de donde aún no tengo ninguna noticia de ella o de su tierno inteligente y bello hijo con el que convivía en su habitación.

 

Recuerdo también el salir corriendo de la iglesia los días Domingos para llegar a casa de la Tata de 98 años quién creía que yo era su mama, para darle de comer vestirle o llevarle al baño quizás por eso me llamaba así.

Los sábados en la mañana, madrugaba dejando el sueño largo para ir a casa de Agus, quién me la asigno Cruz Roja, y acompañarla a la plaza a tomarse un café, comprar los bocadillos que le encantaban y caminar despacio a su lado y yo feliz al saber que ella en dos años no había salido de la habitación y ahora anhelaba con entusiasmo cada sábado...

 

No podría enumerar todas las personas maravillosas, las anécdotas que hemos vivido, las sonrisas y a veces carcajadas y sobre todo las vivencias, sus historias personales y los consejos llenos de sabiduría que han sabido darme.

 

Agradezco a Dios y a la vida, que he conocido a estas personas que me han dado la oportunidad de conocerlas en todo este tiempo y de verdad que esto es lo que amo.

 

Me encanta saber que puedo con mi risa, con mis alegrías, con mi compañía... alegrar sus días. Cantarles el feliz cumpleaños, pintar sus uñas o sentarnos a comer y reír juntas ya que sus sonrisas es mi entera satisfacción.