Hace nueve meses mi padre me llamo por teléfono y me dijo: "Natalia, la mujer de mi primo necesita alguien que le cuide. Se le van olvidando las cosas poco a poco y hay que ayudarle con las tareas de casa. He pensado en ti." (Quizás mi padre pensó en mí dada la situación que vivimos hace unos años en casa, cuando tuvimos que cuidar de mi abuela mis hermanas y yo siendo muy jovencitas.)

 

A los pocos días nos presentamos en un pueblecito de al lado. Irura. Allí me encontré con su marido y su hijo. Me explicaron la situación y cuál era su día a día. "Su madre tuvo Alzheimer, y creemos que ella también puede tenerlo", me dijeron. Y a los pocos días empezó una de mis experiencias mas gratificantes junto con la de mi abuela hasta el momento.

Los primeros días, ella me explicaba detalladamente cómo realizaba las tareas de casa. Salíamos a pasear cerca de casa junto a un río mientras ella me iba contando sus anécdotas...Yo me sentía y me siento muy bien al lado de ella. Me gusta escucharla, me gusta y siento mucha alegría cuando veo la sonrisa que tiene cuando entro por la puerta.

 

Nueve meses más tarde sigo yendo cada día a su casa. Cada mañana me recibe con una sonrisa y aunque a veces dada la enfermedad no sabe exactamente quién soy, ni donde esta...Sé que me quiere.

Ahora apenas reconoce a los familiares y necesita ayuda prácticamente para todo. Pero yo cada día me acuerdo de una frase que me dijo mientras le ayudaba a vestirse. “Te mereces todas las estrellas del cielo”. Y con eso me quedo.

Entre su hijo y yo nos compaginamos para que no este sola. No hay día en que no hable de ella con mi circulo más cercano. Son 50 años de vida los que nos separan. Ella con 76 y yo con 26.

 

Hay personas que tienen vocación para otras cosas. Yo la tengo para cuidar personas.