Este es el relato más triste que he contado, pero también el más bonito; no tiene segunda parte mala sino solo una primera y única que lo describe todo.

 

Si tienes algún familiar enfermo que está en una fase complicada y esperanzas de que salga adelante, quizás este no sea el relato más positivo desde un enfoque racional, pero una desgracia suele vestirse de optimismo en algún momento y cuando esto sucede, relucen multitud de situaciones que engrandecen al ser humano.

 

Todo comenzó después de unas vacaciones, en junio del 2016. Ese día mi vida se paró y me presentó a un desconocido maldito monstruo, confirmándose una de las peores noticias: a mi mamá le detectaron un cáncer de pulmón microcítico; para los que no conozcan concretamente la enfermedad, nos habían diagnosticado una de sus peores manifestaciones: tumor maligno, próximo a la arteria aorta, no operable y con una tasa de supervivencia mínima. En ese momento todo se nubla, los peores presagios te inundan emocionalmente y la primera pregunta que haces al Doctor es ¿mi mamá se va a morir? ¿qué probabilidades hay de que viva?

 

Nuestras vidas son días, minutos, segundos, tiempo finito que no sabemos cuándo se nos acabará ¿Qué es la vida? Posiblemente para muchos de vosotros, lectores y compañeros de viaje que hayáis pasado por lo mismo, pensaréis que la vida es injusta, triste, oscura, tenebrosa y sin ningún ápice de esperanza, pero hoy, 2 meses después del peor día de mi vida, logro escribir unas líneas en memoria de la persona más exitosa del mundo: mi madre; perdonad, LAS MADRES. Mi Mamá, con sus palabras, dejaba huella en los corazones de un ejercito que bailaba al son de su diosa, nuestra capitana del amor. Ella marcaba el camino y nosotros, vasallos de su tiempo y de su historia, que vimos la caída de lo que más amábamos, luchábamos contra las espinas de aquel monstruo.

 

Nuestra estrategia estaba perfectamente definida: la primera premisa era cuidar a mi mamá, cuyo nombre significa llena de gracia en el jardín de Dios y, precisamente eso, marcaba lo que íbamos a hacer, cuidarla como una única y preciosa rosa que germina en medio de un jardín de arbustos espinosos, al que rodea el sonido dulce del mar; la segunda premisa era incrementar la unidad familiar y exprimir, al máximo, los pequeños espacios en los que éramos capaces de contener los cada vez más temibles avances del monstruo.

 

Pese a todo, seguíamos bailando, el agua seguía corriendo, chocando con las piedras de aquellos vertiginosos acantilados y, cada vez que esto sucedía, sumábamos más fuerzas a nuestra formación: FAMILIARES, amigos, profesionales sanitarios, voluntarios y conocidos que tuvieron la capacidad de ponerse en nuestro lugar y ver nuestro sufrimiento.

 

La rosa comenzó a marchitarse, a pesar de sus esfuerzos por relucir sus encantos; de este modo, los cuidados se fueron multiplicando, porque algún pétalo se desprendía. Los arbustos espinosos crecían cada vez más, aunque rasgando nuestras emociones nos desgarrábamos para acceder a nuestra rosa y seguir cuidándola.

 

22 de mayo de 2019: los arbustos ya no nos permiten pasar y apenas vemos de lejos la desflorada rosa. El monstruo ha avanzado sin escrúpulos y ha destruido el ser vivo más precioso que quedaba, que cuidaré toda mi vida.

 

Gracias a mi pareja Cristina, enfermera de profesión y vocación (mi otro gran regalo: gracias por hacer todo más fácil), se apropió de una responsabilidad que nadie le había adjudicado. Gracias mil veces por luchar junto a mí y mi familia hasta el último suspiro, gracias por estar ahí.

 

Gracias Papa, lo sé, no es fácil y menos para ti. La vida no es mañana, es hoy, un regalo a disfrutar cada segundo.

 

Gracias Rebeca, mi hermanita mayor, serenidad en momentos de tensión. Todos aportamos nuestro granito de arena y tú no podías ser menos.

 

Ahora bien, esto en especial va para ti, Marta, mi hermana, a quien la dulzura y bondad son pocas palabras para describirte. Para las personas que no te conozcan será difícil imaginar el AMOR con el que llenas nuestras vidas: gracias por TODO. Siempre estás ahí para la familia, para los amigos y, para nuestra mama, tú fuiste su gran pilar. Sí, todos sumamos, pero tú te mereces el TITULAR. Tatita, tú eres luz y esperanza, todas las palabras se me quedan cortas para agradecer todo lo que haces y has hecho por nosotros hasta ahora y, en especial, por ella, nuestra mami.

 

¡Siempre juntos: cuida tu mami!