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En mi trayectoria como enfermera, he encontrado una pasión y un propósito profundo en cuidar de aquellos que dedican su vida a cuidar a los demás. Soy cuidadora de los que cuidan, una misión que he asumido con la misma entrega y dedicación con la que ellos cuidan a personas mayores, enfermos o dependientes (en muchas ocasiones son sus propios familiares). Mi trabajo se centra en la parte emocional de los cuidadores, quienes muchas veces son los héroes silenciosos que sufren en soledad.

El despertar de una misión durante la pandemia

La primera vez que me di cuenta de la importancia de cuidar a los cuidadores fue hace cuatro años, durante la pandemia de COVID-19, cuando conocí a Laura, una mujer de 45 años que cuidaba de su madre, diagnosticada de Alzheimer. Laura llegó a mi consulta agotada y al borde del colapso emocional. Su vida giraba en torno a su madre, y había olvidado lo que significaba cuidarse a sí misma. Esta situación se agravó durante la pandemia, ya que pasó a estar las 24 horas del día con su madre durante meses. Mi labor hasta ese momento consistía en ayudar a la madre de Laura en lo que necesitaba a nivel de enfermería. Brindaba apoyo en las actividades básicas de la vida diaria y en otros aspectos relacionados con su cuidado. Sin embargo, nunca me había detenido a pensar en las necesidades emocionales de Laura. Después de una conversación más profunda con ella, me di cuenta de que no solo necesitaba consejos médicos; necesitaba un apoyo emocional constante, alguien que la escuchara y validara sus sentimientos. Decidí entonces que mi misión sería ser esa persona para tantos cuidadores como fuera posible.

Creación de espacios de apoyo emocional

Cuando volvimos a la normalidad después de la pandemia, tuve la oportunidad de recibir formación sobre apoyo emocional y psicológico para cuidadores. Posteriormente, organicé grupos de apoyo, creando un espacio seguro donde los cuidadores pudieran expresar sus miedos, frustraciones y esperanzas. Estas sesiones no eran solo terapéuticas; eran un refugio donde los cuidadores se sentían comprendidos y acompañados.

Historias de Resiliencia y Transformación

Una de las historias que más me ha marcado tuvo lugar en el primer taller que impartí. Se trata de José, un hombre de 60 años que cuidaba a su esposa con esclerosis múltiple. José había dejado su trabajo para dedicarse por completo al cuidado de su esposa, y aunque lo hacía con amor, la carga emocional era abrumadora. Durante nuestras sesiones, José aprendió a reconocer sus propias necesidades y a no sentirse culpable por tomarse tiempo para él. También le enseñé la importancia de mantener una red de apoyo. Ver a José recuperar su alegría y energía me reafirmó en la importancia de mi labor, y me animó a seguir organizando más talleres.

Un impacto que se multiplica

He organizado talleres junto a otras enfermeras, donde los cuidadores pueden compartir sus experiencias y aprender unos de otros. Estas reuniones se convierten en una fuente de fuerza y motivación, donde cada historia compartida es una lección de resiliencia, y posteriormente ellos mismos forman su propia red de apoyo. El reconocimiento y validación de los cuidadores es fundamental. Mi labor como cuidadora de cuidadores no solo ha mejorado la vida de quienes reciben mi apoyo, sino que también ha tenido un efecto positivo en sus seres queridos. Cuando un cuidador está emocionalmente bien, puede brindar una mejor atención, llena de paciencia y amor. He visto cómo la calidad de vida de las personas dependientes mejora significativamente cuando sus cuidadores se sienten respaldados y comprendidos.

Compromiso inquebrantable

Hoy, al postularme a los Premios SUPERCUIDADORES, quiero resaltar la importancia de cuidar a quienes cuidan. Mi trabajo es un testimonio de que la empatía y el apoyo emocional pueden transformar vidas. Cuidar de los cuidadores es, en esencia, cuidar de toda una red de personas que dependen de ellos. Es un círculo de cuidado y amor que se extiende y multiplica, creando un impacto positivo en toda la comunidad. Adjunto una foto que ilustra mi trabajo, en la que se puede ver a un grupo de cuidadores participando en uno de nuestros talleres. Su dedicación es el reflejo del alivio y la esperanza que encuentran en estos espacios. Esta imagen es un testimonio de que, juntos, podemos mejorar la calidad de vida de los cuidadores y, por ende, de quienes dependen de ellos.