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Esperanza y Coco sufrieron abandono familiar e institucional. Pero, gracias a sus cuidadoras, su Coordinadora Asistencial de Senniors y otras personas desinteresadas, su historia acabó bien.

 

Esperanza (89 años) vivía en su casa de manera independiente; sufría de Parkinson y disfagia. A través de Senniors, contaba con dos cuidadoras; una interna y una segunda profesional para los fines de semana.

Sólo tenía una prima, la persona que atendía las necesidades de Esperanza y gestionaba su patrimonio, aunque no tenían una buena relación.

Pero Esperanza también tenía a Miriam, la Coordinadora de Senniors que velaba por su bienestar.

Un día, surgió un conflicto que desestabilizó la relación entre ambas. Esperanza gastó una broma, pero su prima entendió mala fe en su juego y la llevó a una decisión radical: desentenderse de Esperanza. La cuidadora indicó que no hubo maldad en sus actos, pero el resultado fue el mismo.

La familiar se desentendió de las gestiones económicas domiciliando las nóminas de las cuidadoras y dándoles un sobre con 700€ para su manutención y el cuidado de Esperanza. Así, se eximió de responsabilidad. Su cuidadora principal no aguantó más la presión y se dio de baja, pero una compañera tomó el relevo aun las dificultades. Con este dinero las cuidadoras afrontaron los gastos básicos de varios meses.

Entonces, una de las cuidadoras informó a Servicios Sociales, pero no consideraron su caso urgente. También avisó a Senniors y Miriam tomó cartas en el asunto.

El dinero se acababa, aunque las cuidadoras hicieron lo imposible por optimizarlo. Además, dejaron de recibir su manutención, encargándose de sus gastos. Mientras, Esperanza se quedaba sin opciones incluso para acceder a alimentos. En este contexto, Miriam gestionó un servicio de comida a domicilio con Servicios Sociales.

También organizó con Servicios Sociales y el SUMMA una valoración para reconocer la incapacidad de Esperanza. Así, podría acceder a una residencia hasta solucionar el desbloqueo patrimonial.

Pero no funcionó; Esperanza contestó a todas las preguntas. Ella y Coco seguirían en casa, con sus cuidadoras y el apoyo de la Coordinadora de Senniors, pero sin recursos económicos.

La situación era insostenible. Las cuidadoras estaban desbordadas y manifestaban su malestar. Miriam hablaba con ellas todos los días y las visitaba semanalmente.

Los vecinos de Esperanza organizaron una colecta para comprar medicamentos y productos para sus cuidados.

A pesar de todo, Esperanza se sentía sola y su salud empeoró. El cambio de cuidadora, el abandono familiar y las adversidades diarias fueron demasiado. Ante esto, Miriam siguió coordinando los diferentes dispositivos y gestionando lo que estaba en su mano.

 

Entonces, llegó una segunda valoración. Esta vez, estaba claro: Esperanza debía ingresar en una residencia con plaza de emergencia y la situación de vulnerabilidad que había vivido quedó en manos de Servicios Sociales, SAMUR Social y la Policía.

Su estancia en la residencia es temporal y esperamos que vuelva pronto a casa, con una medida judicial representativa. Así, Esperanza tendrá a una persona cualificada para ayudarla a gestionar su patrimonio y no pasar adversidades de nuevo.

Pero, faltaba un asunto que solucionar: Coco. El perrito de Esperanza no podía ir a la residencia. Miriam sabía lo importante que era Coco para Esperanza, su única familia. Así que movió cielo y tierra para encontrarle un hogar de acogida.

Así llegó Raúl, un técnico del SUMMA que acompañó a Esperanza meses antes y que se había enamorado del animal. Raúl había tomado la iniciativa de dejar su contacto para que, en caso de que Esperanza no pudiera hacerse cargo temporal o permanentemente de Coco, tuviera un hogar.

Gracias a muchos, Esperanza salió de una situación de abandono familiar e institucional, para volver a vivir dignamente. Mientras, Coco, esperaba el regreso de su compañera de vida en un buen lugar.

Tras esto (las llamadas a la Coordinadora a altas horas de la noche, la gestión al céntimo de las cuidadoras, las repetidas visitas de la policía y los servicios sociales, la búsqueda de hogar para Coco y la solidaridad de los vecinos), hemos aprendido que la humanidad nos une y el sentido del respeto por las personas en situación de vulnerabilidad nos moviliza. Porque cuando los ángeles se coordinan, los milagros ocurren.