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Esta es nuestra historia, que me ilusiona compartir, para honrar el recuerdo de mi madre, Águeda, que murió en julio de 2022 y estuvo 10 años, entre idas y venidas, con cáncer. Podría explicar mil historias con esta enfermedad, pero os compartiré dos de ellas.

En 2019 mi madre tuvo una recaída, pero no sería como las demás, que era ingreso en el hospital y quimioterapia hasta que volvieran a estabilizar los tumores. No, esto fue muy diferente. Todo empezó en Berlín, cuando mi madre y yo fuimos a visitar a su hermana. Lo pasamos muy bien, hasta que llegó el día de volver al aeropuerto para volver a Barcelona. En el control de seguridad berlinés, mi madre estaba muy rara. No respondía del todo a las órdenes del personal, incluso algunos parecían molestos por su actitud, yo le dije a mi madre que estaba rara, pero ella se veía bien, pero me estaba asustando su confusión, hasta el punto de hacerle preguntas de orientación, ya que yo me dedico a acompañar a personas con demencia y hacer las exploraciones pertinentes. Sus respuestas denotaron que estaba desorientada. Sabía que las personas con cáncer tenían números de tener un ictus, por lo que me fui a buscar un teléfono para poder llamar al servicio de emergencias.

A los pocos minutos vino una ambulancia por pistas e invitaron a mi madre a que fuéramos allí. Ella accedió con facilidad. No sabía alemán ni inglés, por lo que tenía que acompañarla para traducir al personal sanitario lo que mi madre respondía. Dentro de la ambulancia, mientras la estaban explorando, convulsionó. ¡Suerte que lo hizo en la ambulancia y no en la puerta de embarque!

Cuando la estabilizaron, fuimos directas a un hospital cercano. Yo pude contactar con mi tía y su pareja para que nos encontráramos allí, por lo que agradezco muchísimo su apoyo. Dentro de esa situación no estábamos solas.

Estuvo ingresada dos días en ese hospital, que fue muy interesante ver las diferencias culturales, que darían para otro relato. Al final, no era un ictus, el tumor había hecho metástasis en el cerebro, lo que le causó un edema y, con ello, ese estado confusional. Cuando estaba estable, pudimos volver a Barcelona.

Desde entonces, mi madre probó quimioterapia, radioterapia, otra vez otro tipo de quimioterapia… Conseguían parar algunos tumores, pero otros no.

 

En 2021 mi madre estaba muy apática, yo sentía que ella estaba muy cansada de todo el proceso. Eran muchos años ya… Y aquí viene la segunda historia, su desenlace. En mayo de 2022 empezó a tener un deterioro funcional. Pasó de ser una persona autónoma, a los dos meses, a estar encamada y totalmente dependiente. Ese proceso fue un cóctel de emociones, un duelo anticipado en toda regla.

Recuerdo el día en que PADES nos dio la opción de sedarla. El deseo de mi madre era morir sin dolor, por lo que accedimos, con mucho dolor, a que pudiera descansar. Ella estaba muy serena y se la veía tan preparada para marchar... Estaba muy cansada y su cuerpo muy deteriorado. Pudimos despedirnos de ella.

Ver a mi madre dormida, esperando a que su corazón dejara de latir, fue una experiencia muy agria y ambivalente. Por una parte, quería que despertara para poder volver a ver sus bonitos ojos verdes, pero por la otra sabía que igualmente el desenlace estaba por llegar y no tenía sentido que estuviera despierta. Yo seguí estando a su lado. Me estiraba en la cama con ella. La acariciaba, le daba besos, la abrazaba… Quería sentir el fino tacto de su piel, aprovechándolo al máximo, hasta el final.

 

Hoy en día me cuesta creer que no tengo a mi madre. Pero el choque de realidad viene pronto. Me da rabia que ella nunca podrá estar en mi futura boda, ni podré compartir con ella todos mis logros. Pero a la vez he aprendido a ser feliz, aunque me duela su ausencia.

Sigo persiguiendo mis sueños, y uno de ellos es honrar a mi madre, creando una empresa donde acompañaré a personas cuidadoras, a cuidadas y a dolientes. Se llama Valentía de Águeda. Honra a mi madre y, a la vez, a todas las personas cuidadoras y a las cuidadas, ya que para mí somos unas valientes.

Que una historia nunca sea en vano. Que una historia nos transforme y nos haga dar lo mejor de nosotros.

Gracias por haber leído nuestra historia.