¡Que viva el sentido del humor!
Ya en la antigua Grecia Aristóteles catalogó al hombre como el único animal capaz de reír. ¡Aprovechemos este regalo que se nos ha dado!
Un regalo con doble recompensa, pues unida al buen estado de ánimo que acompaña a la risa, camina la salud.
Pasó largo tiempo hasta que Sigmund Freud demostrara la importancia de introducir el buen humor en los tratamientos de algunos de sus pacientes, para que éstos se impusiesen a diferentes situaciones que les producían estrés y desórdenes mentales.
Tomando como referencia la obra del psicólogo austriaco, El chiste y su relación con el inconsciente (1905) y la de Bergson, La risa (1900), podemos concluir que la manifestación del buen humor, la risa, es beneficiosa para la relajación muscular, el equilibrio cardiovascular y la regulación tróficohormonal. Además, actúa sobre el sistema neurovegetativo y frente a las enfermedades respiratorias, favorece el aumento de la inmunoglobulina, etc.
Pero no vale cualquier tipo de humor. Según estos pensadores, solamente nos ayudará el humor saludable, aquél que nos permite afrontar los problemas de la vida, reírnos elevando al absurdo lo que nos pasa día a día y sobre todo hacer reír a los demás.
Freud ponía un ejemplo en su escrito "humor" en 1927 (como no, mediante un chiste) de cómo este humor puede conseguir que nos impongamos a diversas situaciones adversas. Contaba que un reo, mientras era llevado a la horca, soltó en tono distendido a sus verdugos: “¡Vaya, empieza bien la semana!”. En ese preciso instante el reo se erige sobre la situación, la domina a pesar de ser el condenado.
Otros médicos y psicoterapeutas también han hecho hincapié en el humor como tratamiento empíricamente demostrado frente a algunas enfermedades mentales. El psicoanalista Alfred Adler decidió no trabajar sobre los problemas psíquicos y patológicos de sus pacientes (lo que le conllevó la crítica de sus colegas de profesión), sino en los recursos positivos que poseían. A sus detractores Adler les respondía: “Quizá lo hago porque he logrado darme cuenta que había un enfermo debajo de la enfermedad”.
Pero sin duda el médico más famoso en utilizar estos tratamientos acompañados de grandes dosis de humor y risas es Hunter Doherty “Patch” Adams. Su vida y método de risoterapia, llevado a la gran pantalla en Patch Adams (1998), explican de forma extraordinaria cómo el humor, la risa y la implicación con el paciente hacen que éste se olvide de su dolor, se desprenda del futuro y el pasado y se concentre en lo realmente importante: ser feliz asumiendo las circunstancias, adversas y positivas, de la vida.
Pero la demostración que no dejó lugar a dudas sobre la ayuda del humor y la risa en un tratamiento médico se manifiestó en un caso particular que llamó la atención de todo el mundo de la medicina. Al periodista norteamericano Norman Cousins le diagnosticaron espondilitis anquilosante, una enfermedad autoinmune reumática crónica.
Esta dolencia produce fortísimos dolores y endurecimiento paulatino de las articulaciones. Solo uno de cada 500 pacientes consigue salvar la vida previo tratamiento abusivo de aportes de vitamina C. Y ni eso eleva mucho las esperanzas de recuperación.
Tas unos días ingresado en el hospital Norman decidió cambiar su tratamiento. Auxiliado por un médico amigo se instaló en un pequeño hotel en medio del campo y se dedicó a ver películas de los hermanos Marx, leer libros cómicos y rodearse de sus seres queridos.
La recuperación se convirtió en un éxito de ventas: su libro Anatomía de una enfermedad. En él, Cousins afirmaba que 10 minutos de risa le permitían dormir hasta 2 horas, todo un logro teniendo en cuenta los insoportables dolores que genera esta enfermedad. Final y felizmente se recuperó.