- Escrito por Julián Corral Fernández
Soluciones para adaptar nuestro sistema de salud a las personas mayores
El envejecimiento incesante de la población unido a estrategias de Salud Pública ineficaces -sobre todo en prevención de patologías ligadas al estilo de vida- están ocasionando un aumento de las enfermedades crónicas asociadas con altas tasas de dependencia en la edad avanzada. ¿Cómo debe afrontar nuestro sistema de salud los cambios relacionados con el envejecimiento demográfico?
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- Miércoles, 19 de noviembre a las 12:00 horas
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El sistema de salud español hace gala de unos estándares de calidad y eficiencia que le sitúan en los primeros lugares del ranking de países desarrollados, al garantizar unas prestaciones excelentes en la atención a pacientes agudos, que es para lo que fue diseñado. Sin embargo, se muestra incapaz de adaptarse al nuevo paradigma epidemiológico de la cronicidad que requiere planificar, organizar y dispensar cuidados a una población mayor afectada por procesos crónicos, y necesitada de una atención integrada, continuada y próxima a su entorno de vida habitual.
La gestión de procesos agudos: nuestro modelo de salud
Nuestro modelo de salud sigue anclado en la gestión de procesos agudos, y muestra una clara fragmentación y rigidez en la provisión de cuidados, duplicidad de intervenciones e ineficiencia cuando se trata de atender procesos crónicos, por estar nucleado en torno a la sobreutilización de servicios hospitalarios que son tremendamente costosos. Pero, lo que predomina en el día a día asistencial es el paciente crónico que necesita un entorno de atención más domiciliario y comunitario y menos hospitalario, basado en la intervención de equipos multidisciplinares ubicados en los Centros de Salud y coordinados por gestores de casos.
Julián Corral es especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. Ha realizado un Máster en Gerontología Social, especialidad en Calidad de Servicios Gerontológicos. Tiene un amplia experiencia en el sector sociosanitario. Además trabaja como profesor colaborador en diversos organismos e instituciones, con más de 3.000 horas de experiencia docente acreditada en el ámbito de la Salud Pública, la Gerontología/Geriatría y la atención social y sanitaria a personas con discapacidad y/o dependencia, tanto en formación de pregrado, como de formación ocupacional especializada. |
A todo ello debemos añadir que en la financiación sanitaria prima la asistencia hospitalaria (modelo hospitalocéntrico), con lo que se detraen recursos importantes para los cuidados de larga duración y los servicios comunitarios. Por tanto, no es extraño que nos hallemos inmersos en un círculo vicioso que hace que los pacientes crónicos acudan cada vez más a urgencias y ocupen camas hospitalarias con un aumento desorbitado de los costes, sin olvidar los riesgos que la propia hospitalización entraña para su salud y autonomía funcional.
Como señala un reciente informe de un grupo de expertos de la UE, estamos ante “la tormenta perfecta: más crónicos, menos dinero y poca información evaluada” (Walter Ricciardi 2015). Por ello, debemos actuar en una triple dimensión: fomentando la prevención e intervención precoz; potenciando el paciente activo y responsable; y, llevando a cabo una reorganización en profundidad de los sistemas de salud. En esta misma línea, el 'Informe Cronos' (The Boston Consulting Group, 2015) apunta que en el año 2020, España tendrá que gastar 98.000 millones de euros en la atención a pacientes crónicos, 30.000 millones más que en 2011, y subraya que la “atención integrada” al paciente crónico ahorraría entre 8.000-12.000 millones €/año.
El crecimiento imparable de las enfermedades crónicas tiene un alcance global y requiere una respuesta multidimensional en la que la reorientación de los sistemas de salud juega un papel decisivo, si se quiere garantizar su sostenibilidad. Así lo vienen señalando reiteradamente la OMS y numerosos expertos en la materia, entre ellos Nick Goodwin, CEO de la International Foundation of Integrated Care y uno de los más prestigiosos y reconocidos expertos en planificación de servicios a personas mayores con necesidades complejas a nivel internacional, cuando señala que "el cuidado integral es la llave para mejorar los cuidados de las personas que padecen enfermedades crónicas".
El propio Rafael Bengoa, exconsejero de Salud del Gobierno vasco y asesor de los programas de reforma sanitaria en EE.UU. e Irlanda, abunda en esta misma línea al afirmar que "si la Atención Primaria y la Atención Domiciliaria fuesen una prioridad, habría menos personas mayores en los hospitales; por ello, es urgente llevar a cabo una reorganización asistencial que permita realizar más cuidados en casa y en atención primaria y menos en los hospitales".
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Un sistema no adaptado al envejecimiento de la población
Nuestro sistema de salud, tal como ha sido diseñado y está siendo gestionado, no es eficaz ni eficiente ni se ha adaptado para atender las necesidades derivadas del envejecimiento de la población. Satisfacer estas necesidades, exige un cambio radical en la forma en que está estructurado el sistema de salud y en la forma en que se presta la atención de salud.
La transformación del sistema de salud requiere actuar en varios frentes, si bien son prioritarios tres ámbitos de actuación:
1) Cambiar el enfoque clínico de la enfermedad a la capacidad intrínseca
2) Proporcionar a los mayores una atención más integrada y centrada en las personas, priorizando la atención primaria, la atención domiciliaria y el envejecimiento en el lugar
3) Capacitar al personal de salud para poder prestar la atención que estos servicios requieren
¿Qué necesita nuestro sistema de salud?
Necesitamos un sistema de salud que sitúe a las personas mayores con sus necesidades y preferencias en el centro de la provisión de cuidados, favoreciendo su participación en la planificación de la atención y en el manejo de su estado de salud. Para alcanzar este objetivo, se requieren estructuras más centradas en cuidar que en curar, y donde la prevención de la dependencia pase a constituir una prioridad en Salud Pública. Finalmente, debemos apostar por capacitar no solo para dirigir, planificar u organizar, sino también para cuidar, para ayudar, para acompañar la vida, la enfermedad, la discapacidad, el fin de la vida.