La condición de cuidador puede sobrevenir de repente. Es lógico sentir preocupación, dudas, miedo. La psicóloga Beatriz González Segura nos ayuda a afrontar los primeros momentos de desconcierto.
La tarea de cuidador puede ir adquiriéndose de forma paulatina en caso de enfermedades crónicas o degenerativas del dependiente. Pero también es una situación que puede producirse de improviso.
Lo cierto es que hay un momento en el que el cuidador tiene que asumir que lo es. Es frecuente sentirse abrumado y tener miedo. Y es normal. Para saber cómo manejar estas sensaciones hemos recurrido a Beatriz González Segura, psicóloga y gerente de Psibensa.
Ella nos cuenta que convertirse en cuidador “es una situación desconocida, supone un cambio grande, y hay mucha información que se desconoce. Es una tarea nueva, que aparece por sorpresa, y que genera miedo a lo desconocido”.
“También puede aparecer cierta ansiedad”, continúa González Segura, “porque es mucha la carga de trabajo que se avecina, y mucha la información que buscar”.
La actitud que debería tener el cuidador es: no me preocupo de esto, sino que me ocupo.
“Me ocupo de buscar información, de hacerlo lo mejor posible, de buscar recursos, asociaciones, ayudas, todo lo que esté a nuestro alcance, y de buscar la manera de encontrar esa información y ese apoyo”. Quien cuida tiene que asumir y reconocer sus propias necesidades como cuidador.
González Segura recomienda que el cuidador se diga a sí mismo: “soy capaz, voy a mantener la calma, voy a hacerlo lo mejor posible. Y daré todo al 100% y aceptaré hasta dónde puedo llegar. Lo que no pueda hacer lo dejaré sin hacer e intentaré hacerlo en otro momento. Cuando no pueda hacer algo solo no tendré ningún problema en buscar ayuda o los recursos necesarios”.
Somos humanos y hay que asumirlo
González insiste en que debemos aceptar las limitaciones físicas, de tiempo y emocionales que toda persona tiene. “Somos humanos, todo lo que queremos hacer puede no estar a nuestro alcance o estar fuera de nuestro control, y hay que aceptar que tenemos una capacidad limitada”.
Conviene asumir que cuidar a un dependiente es una situación que exige mucho al individuo. “Daremos de sí todo lo que podamos, pero seguramente a todas esas demandas no podamos llegar”. No reconocer nuestras limitaciones puede conducir al agotamiento, la ansiedad y la depresión.
No se puede ser solo cuidador
“En la mayoría de los casos es complicado hacerse con esa realidad. Me he encontrado casos en los que los cuidadores se vuelcan. Y eso es muy positivo, pero luego no son capaces de mantener su propio espacio”.
Beatriz González Segura señala que en nuestra sociedad la mayoría de los cuidadores son mujeres. “Son ellas las que adoptan ese rol”, dejando de lado otras facetas, como por ejemplo la laboral. "Pero también eres mujer, eres hija, eres hermana, eres esposa… tenemos una serie de roles que no podemos dejar a un lado”.
“El oficio o la profesión se aparta un poco, y nosotros mismos nos vamos creyendo que sólo tenemos ese rol de cuidadores, que no nos merecemos tomar café para despejarnos un poco, entablar conversación con esa amiga a la que hacía tiempo que no veíamos… Todo nuestro círculo está alrededor del dependiente”.
“En mi opinión esto es un error, porque somos más que eso. Esa situación nos ha venido, tenemos que hacernos cargo de ella, pero no podemos dejar de lado nuestra vida, porque eso podría dañar nuestra salud mental”.
“Para mantenernos estables necesitamos desarrollar varias facetas en nuestra vida. Tenemos que ocuparnos en varias áreas para estar sanos: las relaciones sociales, el cuidado físico, el ocio… Todo es necesario para mantener nuestra mente alerta, fresca, sana, jovial…”
González Segura narra que en su experiencia con cuidadores ha encontrado “que en muchas familias se suscriben al rol de cuidador, y a partir de ahí la relación con el cuidado se vicia. Se forma un vínculo insano. Acaba habiendo dependencia del cuidador con respecto del cuidado, no síndrome del cuidador, sino dependencia hacia el dependiente”.
“Este cuidador es incapaz de pensar en otra cosa sin sentirse culpable”. Tampoco es capaz de hacer sus propios planes “porque piensa que es imprescindible para esa persona dependiente…". Contra estas actitudes hay que luchar por el bien del cuidador y del dependiente.
El rol del cuidador se actualiza
Como explica González Segura, “antes se tenía asumido que se cuidaba. No había residencias, las personas mayores vivían en el domicilio de los hijos y se tenía completamente asumido. Si no era la hija la que cuidaba, era la nuera, y siempre así”.
Pero las cosas han cambiado. “Ahora hay cierta resistencia a eso. No somos conscientes de la importancia del cuidado. La gente piensa: "una persona dependiente necesita cuidados, es verdad, pero yo estoy tan ocupado/a, que eso no es para mí…".
Así, el concepto de "cuidador" es relativamente nuevo. Un familiar directo (padres, madres, hijos, esposas, maridos) o una persona contratada por la familia para realizar esta tarea son los perfiles más habituales en la sociedad actual. Son personas más conscientes de la necesidad de formarse e informarse para ejercer esta labor.