Cuando formación y experiencia se unen

“Me llamo Ana, tengo 47 años y soy cuidadora". Personas que se dedican, personal y profesionalmente a cuidar. Y ahora deben obtener un título oficial para poder seguir trabajando. ¿Por qué? UNIR Cuidadores te aclara los misterios y despeja los prejuicios sobre la nueva legislación.

"Llevo cuidando a mis personas más queridas desde que tengo uso de razón. De niña ayudaba a mi madre a atender a mis hermanos pequeños. Con 20 años me casé y al año empecé a cuidar a la primera de mis tres preciosas hijas. Y cuando mis padres enfermaron, les atendí sin descanso, al igual que cuando lo hicieron mis suegros. Además, trabajo en un centro de día para personas con Alzheimer desde hace once años.”

Al igual que muchas otras mujeres, Ana se ha dedicado profesionalmente a lo que lleva haciendo toda su vida. Y lo hace muy bien. Sin embargo, no tiene una titulación oficial que acredite sus competencias de manera oficial “y con los tiempos que corren, ningún trabajo es seguro. Además, las nuevas generaciones vienen muy preparadas y no me gusta esa sensación.”

Sin formación oficial, la vocación y la experiencia ya no son suficientes para trabajar en el sector de la dependencia

Cuando contrataron a Ana, la demanda de personal era muy alta y no era necesario tener estudios específicos. Ella, al igual que el resto de compañeras que entraban a trabajar en aquella época, tenía un curso de gerontología que realizó en un centro de estudios profesionales. No era una certificación oficial, pero con ello y sus aptitudes consiguió el puesto.

Hace un año su empresa le informó que a partir del 1 de enero de 2015 iba a ser necesario tener una titulación oficial y específica para trabajar, por lo que su puesto de trabajo ya no estaba garantizado. Y todo ello, a pesar de tener un contrato indefinido desde hace más de nueve años, de los cuales ha trabajado sin tesón, ganándose el respeto profesional de todo el equipo interdisciplinar del centro.

¿Cómo es posible que alguien con la experiencia y vocación de Ana pueda ver peligrar su puesto de trabajo? A primera vista parece que se está cometiendo una injusticia, pero profundizando se descubren ventajas:

  1. Trabajar con personas dependientes implica una enorme responsabilidad, por lo que es muy importante que nos formemos a lo largo de toda nuestra vida. Mantener los conocimientos actualizados, acorde a las necesidades y demandas, es fundamental. Porque las técnicas y las herramientas también van cambiando y se deben adaptar a los tiempos actuales. Nadie imagina hoy en día aprender a escribir con pizarra y carboncillos. Sin embargo, vemos fundamental que los niños conozcan la mecanografía de un ordenador, pues lo más probable es que escriban en teclados durante gran parte de su vida.

  2. Estudiar lo que nos gusta nos mantiene motivados. Las personas que se dedican a lo que verdaderamente les apasiona no tienen problemas en mantener sus conocimientos actualizados y lo demuestran al ver documentales, conversar, discutir sobre ello, leer noticias y artículos relacionados. ¿A ti te pasa?.

  3. Compartir los conocimientos abre los ojos. Aquellos que, teniendo una importante experiencia laboral, deciden matricularse para ampliar su formación, se dan cuenta de que pueden aportar mucho a las clases, tanto a los profesores como a sus compañeros. Los nuevos conocimientos se adquieren fácilmente porque se basan en la práctica diaria.

  4. Profesionalizar el sector sociosanitario. En la mayoría de los casos, hasta que esto no ocurre no puede generarse unión ni asociacionismo entre los miembros pertenecientes. Existen importantes colegios profesionales que sientan las bases de la práctica profesional, siendo en el sector de la salud de los más conocidos. Si obtienes un certificado de profesionalidad puedes crear y formar parte de un colegio de Técnicos en Atención Sociosanitaria.

  5. Formarse para sentirse vivo. Con el paso de los años, las personas que se mantienen en un mismo puesto de trabajo corren el riesgo de quemarse, y si son trabajos dirigidos al cuidado y atención de otras personas, es aún más frecuente. Cuando los problemas del día a día y la monotonía no nos dejan ver más allá, resulta útil mantener relaciones profesionales de grupo, para debatir, escuchar y discutir los problemas diarios.

  6. Porque somos europeos y en Europa se exige esta titulación para atender a personas en situación de dependencia, ya sea en una institución o en un domicilio. Los profesionales están bien valorados por la sociedad y se generan cada día más puestos de trabajo demandando este perfil.

La historia se repite, pero siempre es para mejor

No es la primera ni, probablemente, la última vez que nos veremos en situaciones similares. Ya la vivieron los titulados como practicantes en España en la década de los años 70. Una nueva legislación indicaba que aquellos que quisieran continuar con su práctica profesional deberían realizar dos cursos académicos de formación específica, que les convertirían en lo que hoy son los A.T.S. Y quien no realizó este curso, no pudo continuar con su profesión.

Esto, que en un primer momento no les parecía justo, hoy es impensable que no hubiera ocurrido, porque ¿acaso nos dejaríamos atender en la sanidad pública por profesionales que se negaran a actualizar sus estudios? ¿Les permitiríamos ser menos profesionales de lo que podrían ser? ¿Dejaríamos a nuestros seres queridos en sus manos?

Y nuestra querida Ana, reflexionando sobre el tema, decidió empezar a estudiar. Y no paró, y nunca lo dejará, porque se siente más feliz.

Suerte compañera.

Si te encuentras en una situación parecida a la de Ana, busca una titulación oficial, acreditada y a tu medida. Nosotros tenemos plazas abiertas, visita nuestra web y pregúntanos.

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