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La llegada de un hijo siempre es motivo de alegría y más cuando es tan esperado por toda la familia.
Hace 4 años nació Abraham y volvimos a ser papis, pero ahí empezó nuestra faceta de cuidadores. Abraham nació con muchas manchitas por todo el cuerpo y ya sabíamos que las visitas a los médicos serían más frecuentes que con cualquier otro niño, pero para plantarle cara a la vida.
Así, empezaría nuestro camino por los hospitales y la medicina.
Yo dejé los estudios y a día de hoy no puedo trabajar porque a parte de ser su madre, soy su cuidadora, aunque lo de cuidadora va dentro de ser madre/padre. Los gastos se van haciendo más frecuentes a modo que el pequeño va creciendo y las visitas a las más de 14 especialidades distintas, también.
Al final, tuvimos que venirnos a Madrid a vivir para poder tratarle (de manera correcta) de un tumor que no fue. Te conviertes en una "enfermera" porque tienes que estar pendiente de las medicaciones (aunque ahora no nos hace falta ningún tipo), de curar los puntos y, en nuestro caso, aprender a manejar una sonda nasogástrica y su correspondiente bomba para alimentarle.
Vas conociendo la salud del niño y aprendes a valorar si tienes que salir de urgencia o no, aunque nos ha llegado a pasar en un hospital que los propios médicos nos dieran el alta médica o decidieran ingresarle según nuestro criterio. Porque realmente los cuidadores somos los que conocemos a nuestros familiares.
Abraham lleva una válvula de derivación ventrículo-peritoneal, varias biopsias de piel por sus síndromes y hace dos años le quitaron un riñón. Aunque haya pasado 11 veces por quirófano, no se le va su sonrisa que enamora, su simpatía, siempre provocando a cualquier persona que le ve, y sobre todo, siempre siempre tiene un beso que darte.
Ojalá podáis conocerle algún día.