Después de casi 15 años dedicados a trabajar y convivir con personas catalogadas como discapacitadas, dependientes, o con diversidad funcional, entre otras formas, he de decir, que las características que pueden hacer “diferentes” a todas estas personas del resto de la sociedad, no han de ser denominadas incapacitantes, ya que como sucede con el resto de la sociedad, cada individuo presenta capacidades diferentes según la actividad a desarrollar.

 

No he encontrado mayor motivación, aprendizaje e inspiración, tanto a nivel personal como profesional, como la que día a día me aportan todas y cada una de ellas.

 

Por este motivo, no encuentro mejor dedicación que la de dar lo mejor de mí, para mejorar en lo posible la vida de todos aquellos que necesiten un apoyo, o un impulso, en alguna faceta de sus vidas y de esta forma poder experimentarlas de la forma más plena y autónoma posible, al igual que ellos han mejorado mi forma de estar en el mundo y han sido los mejores cuidadores de mi yo superior.

 

Personalmente creo que esta normalización y correcta inserción en la sociedad, es positiva para ambas partes, tanto para la persona que quiere vivir libre, plena y autónomamente, dentro de las capacidades de cada uno, como para el resto de la sociedad, que necesita desmesuradamente, una liberación de estigmas, un reaprendizaje de naturaleza humana y un aporte de energía limpia y sin complejos que solamente personas ilusionadas por vivir su vida plenamente pueden aportar.