¿Cómo saber si tengo Parkinson?

Solo en la consulta sabremos si el Parkinson ha entrado en nuestras vidas. El neurólogo Franscico Grandas, especialista en la enfermedad, proporciona a UNIR Cuidadores todas sus claves.

Francisco Grandas es experto en la enfermedad de Parkinson. Desde hace cuatro años es director de la Unidad de Parkinson y Trastornos del Movimiento del Hospital Beata María Ana de Madrid.

En su centro cuentan con un laboratorio de análisis de la marcha, y su equipo se apoya también en la experiencia en neurorrehabilitación del hospital para tratar a sus pacientes. Explica para UNIR Cuidadores las claves de una dolencia que afecta a unos 150.000 españoles.

La prevalencia del Parkinson, que aumenta con la edad, se puede estimar aproximadamente en el 2% de los mayores de 60 años. “Eso no significa que la enfermedad aparezca siempre por encima de esa edad", explica el doctor Grandas. "Puede darse en un adulto joven. No es frecuente, pero ocurre”.

¿Cómo reconocerlo?

El diagnóstico de la enfermedad de Parkinson, a pesar de todos los avances que está habiendo en la búsqueda de marcadores biológicos, sigue siendo clínico. Se hace por el reconocimiento de unos signos motores que son los cardinales de la enfermedad”.

Estos síntomas básicos serían: “el temblor de reposo, la rigidez muscular y la acinesia. Esto último es la dificultad para comenzar un movimiento, mientras que la bradicinesia es la ejecución muy lenta de un movimiento, y la hipocinesia es la realización de movimientos lentos y además muy pequeños”.

“Estos son los signos mayores de la enfermedad. Su presencia, no necesariamente la de los tres, permite el diagnóstico clínico, pero hay otros muchos síntomas”.

Síntomas menos conocidos

Entre esos otros síntomas, a priori menos conocidos, se contarían los siguientes:

  1. Depresión. “Prácticamente un tercio de los pacientes con Parkinson tiene depresión, y no es reactiva en la mayoría de los casos al conocimiento de una enfermedad crónica, sino que es parte de la sintomatología”.
  2. Estreñimiento.
  3. Alteraciones del sueño. “Hay una peculiar alteración, que se llama Trastorno de Conducta del sueño REM (Rapid Eye Movement). Ocurre en el 60 o el 70% de los enfermos con la enfermedad de Parkinson. No es definitorio, pero es muy frecuente”.
  4. Pérdida o disminución del sentido del olfato. “También es muy habitual. Este síntoma puede anticiparse años al diagnóstico de la enfermedad. No sirve para hacer el diagnóstico, pero es un signo más”.
  5. Problemas de memoria o demencia. Pueden darse “en las fases intermedias de la enfermedad”.
  6. Dolor. “Aparece en las fases medias y avanzadas de la enfermedad de Parkinson y es de muy difícil manejo desde el punto de vista terapéutico”. 

En suma, además del temblor, la rigidez y la lentitud, hay muchos otros síntomas que pueden afectar a la calidad de vida del paciente “casi tanto como estos, o más”.

¿Cuánto tiempo se tarda en diagnosticarlo?

“Es variable. Los médicos de atención primaria están muy sensibilizados sobre los signos principales de la enfermedad, y en cuanto los detectan, rápidamente envían al paciente al neurólogo. Con lo cual el diagnóstico suele ser rápido en los casos en los que hay temblor”.

“En los casos en los que prevalece la lentitud de movimientos o la rigidez muscular, a veces es más difícil de diagnosticar. Porque se puede confundir con problemas osteoarticulares, artritis, etc., sobre todo cuando afecta a las articulaciones de los hombros”.

La enfermedad de Parkinson también puede tomarse por una alteración del estado de ánimo, prosigue Francisco Grandas. “Una depresión importante también cursa con aparente pérdida de movilidad, pero la falta de iniciativa motora puede hacer que un paciente con depresión pueda confundirse con un paciente con Parkinson”.

Hasta los temblores pueden inducir a error. “No todos los temblores son parkinsonianos. De hecho, el temblor más frecuente no es el de la enfermedad de Parkinson, sino el esencial. Por eso poder derivar al neurólogo a los pacientes ayuda a tener una orientación diagnóstica adecuada en poco tiempo”.

Sin prevención a la vista

Por desgracia, “las posibilidades de prevención en este momento son nulas, a pesar de que existe un cuerpo de datos experimentales extraordinariamente amplio y creciente”.

Pero “en el momento en que llevamos a humanos cualquier proceso experimental que se haya hecho en animales para detener ciertos procesos que se asemejan a la enfermedad de Parkinson, nos estamos llevando chasco tras chasco, decepción tras decepción”.

“En este momento no existe ninguna terapia que permita prevenir la aparición de la enfermedad. No obstante, la prevención es una de las principales líneas de investigación en este momento”.

Cuando la enfermedad aparece, implica una evolución desproporcionadamente grande, que no se ha manifestado clínicamente antes. Hay mecanismos de compensación que permiten tener una ejecución motora o tener una vida normal sin aparentes síntomas, aunque se tenga la enfermedad durante años”.

Cuando fracasan estos mecanismos de compensación”, sigue el doctor Grandas, “es cuando aparecen los signos de la enfermedad, y ahí el problema degenerativo es muy grande. Es desproporcionado para los síntomas o para el tiempo de evolución”.

Esperanza de vida

La esperanza de vida de los pacientes con Parkinson depende de la edad. Pero si la enfermedad se diagnostica correctamente y se trata desde el principio, esa esperanza de vida “se aproxima mucho a la de las personas que no tienen enfermedad de Parkinson”.

“De ahí la importancia de una adecuada terapia no solo puntual, sino cronológica, pensando en el hoy, el mañana y dentro de 10 años también”.

¿Tengo riesgo?

“Ahora mismo el principal riesgo para padecer Parkinson es tener un familiar en primer grado. Multiplica por cuatro el riesgo, indistintamente de si se tiene o no una mutación genética conocida”.

La aparición de esta dolencia “se ha vinculado con muchas cosas, hay muchos estudios epidemiológicos. Por ejemplo, se sabe desde hace tiempo que hay un relación inversa entre el consumo de tabaco y el Parkinson. Aunque esto no significa que el tabaco proteja”.

“Se ha encontrado una relación similar con el consumo de té y café. Y se están estudiando la teína y la cafeína, e incluso el humo de tabaco, para ver si son “protectores”. Pero no se ha encontrado ninguno”.

“Sí se ha asociado el consumo de bayas del bosque, en sentido inverso, con la aparición de Parkinson. Y la manzana. Comer habitualmente manzana se asocia negativamente con la aparición de la enfermedad de Parkinson”.

“Son asociaciones. Son pistas para buscar factores ambientales que puedan ayudarnos a entender mejor la aparición de la enfermedad. Pero el principal riesgo en este momento, globalmente considerado todos los que se han descrito en la literatura, es el genético”.

“Las formas genéticas mejor conocidas son las del Parkinson juvenil. La gran mayoría de los pacientes con edades jóvenes tienen mutaciones genéticas. Hoy conocemos 16 genes que se asocian al Parkinson familiar. La gran mayoría de la gente joven que tiene enfermedad de Parkinson tiene mutaciones en algunos de los genes conocidos”.

“Por otra parte, tener un gen mutado no significa que necesariamente se vaya a desarrollar la enfermedad, no ocurre como en la enfermedad de Huntington. Es un factor muy importante, pero no es el único. Es necesario que haya algo más”.

“Por ejemplo, alteraciones ambientales, entendiendo por ambiental no solo lo externo, sino también lo interno”.

“Se tiene una idea del mosaico, pero faltan muchas teselas. La información es a nivel molecular, trasladar eso a la clínica es complejo, porque falta mucha información intermedia”, concluye Grandas.

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