Buena vejez

A ser un anciano sano y con calidad de vida se empieza, como muy tarde, a los 50. Es entonces cuando hay que iniciar las medidas preventivas, aunque son bienvenidas a cualquier edad.

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El Geriatra y presidente de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica, Juan Florencio Macías, es muy claro al respecto: “las medidas preventivas deben iniciarse en épocas muy precoces de la vida”.

Así, recomienda empezar a cuidarse, “como muy tarde, alrededor de los 50. Pero ninguna edad excluye al anciano de los beneficios de la prevención. La prevención se puede empezar a los 90 años, aunque hubiera sido mejor empezarla a los 50”.

Pero, ¿en qué consiste exactamente esta prevención? Macías especifica que “las medidas hay que individualizarlas, pero en general se refieren a un ejercicio moderado y dieta”.

La prevención ideal incluye “ejercicios de resistencia dosificados, combinados con los ejercicios aeróbicos habituales, y con una nutrición adecuada para cada enfermo”.

Solo caminar no es suficiente

“El ejercicio moderado, como cualquier tratamiento, tiene una dosis. La cantidad de ejercicio hay que evaluarla. No vale decirle al anciano que ande hasta que se canse”.

“Hay que andar, pero también hay que hacer ejercicios de resistencia. Hemos visto que ayudan incluso a reponer la pérdida de masa muscular. Por ejemplo, sentarse en un sillón, apoyar las piernas contra la pared, y apretar las piernas contra la pared durante 5 o 10 minutos, dos días en semana para empezar, es un ejercicio magnífico”.

“Los rehabilitadores”, continúa Macías, “saben qué dosis hay que aplicar de ejercicio para prevenir las enfermedades cardiovasculares, etc. Cada tratamiento tiene su dosis y su técnica. Así se consigue que la fragilidad no aparezca”.

Alimentación sin mitos

El doctor Macías es partidario de una dieta personalizada, y en ningún caso recomienda las que se hacen populares a través de los medios de comunicación. El objetivo de la dieta elaborada por el geriatra es también preservar las funciones del anciano.

En esa línea, sostiene que hay que desechar ciertos mitos sobre la alimentación. “Hay cosas que no hacen mucho efecto, como lo de tomar muchos antioxidantes. No hay estudios que demuestren que es beneficioso”.

Lo que sí se ha demostrado, añade, es que “el jamón de tronco ibérico de bellota y animal suelto no aumenta el peso, mejora el estrés oxidativo y disminuye los radicales libres y los peróxidos”.

Hay algo claro para todos, que “fumar es malo y el abuso del alcohol es malo”. Por eso recomienda tomar “no más de un cuarto de litro de vino al día, y porque tiene capacidades antioxidantes. Más es muy perjudicial”.

“No hay razón para quitarle la sal a un anciano ni para darle mucha. Una cucharadita de café, sin copete, echada en la comida de todo el día, está muy bien, sobre todo en verano. Las personas mayores tienen muy poca apetencia por el agua, se les reduce la sed”.

Además, está convencido de que “hay una serie de etiquetas que hay que desechar, como que los huevos son malos”.

Psicólogo al primer indicio de trastorno

“Si se nota algún trastorno de la cognición, y antes de llegar a la geronto psiquiatría, hay que empezar con un psicólogo la intervención sobre la memoria, que está muy bien establecida en los servicios de Geriatría”.

Un entorno despejado de obstáculos

“También hay que tener en cuenta el entorno del anciano. Hay que comprobar que puede salir de su casa, que ve, que no tenga demasiados obstáculos en casa, que el autobús que necesita tenga una plataforma, que el pavimento de su barrio no esté lleno de agujeros, que haya semáforos con tiempos para personas mayores…”

Además, añade, el anciano requiere de “una red social. Si no la tiene, para eso están los trabajadores sociales. Si un anciano se encierra en su casa, se acaba haciendo dependiente, aunque coma bien, porque pierde masa muscular”.