Ana Belén nos envía un relato tan cotidiano como real. El de una cuidadora familiar que vela día y noche por quien más quiere. Aprovechando cada momento y disfrutando de cada sonrisa:


foto1Con la taza de café en la mano, observó por la ventana un grupo de niños que juega en la arena del parque. Deben rondar los tres años de edad. Están muy entusiasmados con sus palas y cubos. Tienen cierta dificultad para levantarse, sonrío cuando uno de ellos en su intento de hacer varias cosas a la vez se cae dando un ligero culazo.

Suena el timbre del microondas, avisando que la taza de leche ya debe estar caliente. Me dirijo hasta la habitación, Miguel está profundamente dormido. Ha pasado toda la noche despierto y reclamando mi atención, últimamente ocurre con demasiada frecuencia. Le doy en beso en la mejilla;

-Buenos días cariño, es hora de despertarse y desayunar.

-Pero si es muy temprano… ¿qué hora es?

-Son las diez de la mañana.

-Creo que no he dormido lo suficiente.

-Si cariño, es la hora de tomar el desayuno. Es martes y hoy tenemos clases de memoria y por la tarde tenemos merienda con los amigos.

Descorro las cortinas de la habitación, hace un día soleado con una temperatura agradable. Invito a Miguel a que observe por la ventana el clima y podamos escoger la ropa que se va a poner. Sonrío cuando le veo presumir delante del espejo al colocarse el jersey rojo que tanto le gusta.

Cuando vuelvo a la cocina escucho a los niños, ya han cambiado de juego, sus madres charlan animadamente entre ellas… ¡Ha pasado tanto tiempo desde que hacia eso mismo!        … me sorprendo a  mí misma con un profundo suspiro.

Suena el teléfono de casa… 

- Hola cielo, buenos días

- Buenos días mamá, ¿cómo ha pasado papá la noche?

- Bien, ha estado tranquilo.

Intento parecer convincente, nuestros hijos son jóvenes y tienen su vida y sus responsabilidades.

Acompaño a Miguel mientras toma el desayuno. Con el diario habitual, vamos repasando la actualidad del día, nos llama la atención varias noticias relacionadas con avances en la medicina. ¡Ojalá no fueran tan lentos!

Cuando nos disponemos a salir Miguel me pregunta: -“¿Dónde vamos?”- Respiro hondo, intento responder como si fuera la primera vez que lo hace desde que se ha despertado. –“Vas a clase de memoria”- le contesto.

En apenas cinco minutos todas nos desahogamos un poco. Hay situaciones más complicadas de lo que estamos viviendo en casa.

Al entrar en la Unidad de Memoria, saludo a las esposas de los compañeros de Miguel. En apenas cinco minutos todas nos desahogamos un poco. Hay situaciones más complicadas de lo que estamos viviendo en casa.

-Buenos días chicas, ¿qué tal estamos hoy?

-Bien- respondemos al unísono

-Comenzamos como siempre… tres respiraciones profundas…

Desde hace un año, acudo a clases de Pilates. Me hace sentir relajada y despejada, es un momento del día en que puedo desconectar y relacionarme con otro entorno bien distinto.

Recuerdo como hace unos días en una de las formaciones que recibí para cuidadores nos enumeraban una serie de pautas y consejos para aliviar nuestra sobrecarga, me sentí muy bien cuando comprobé que cumplía la mayoría de ellas… aún tengo que aprender a delegar.

Cuando vuelvo a recoger a Miguel las chicas que trabajan con él me comentan que ha trabajado muy bien, él tiene el pecho hinchado de orgullo, sonrió y le doy un gran beso.

Nos despedimos de los compañeros y nos dirigimos a casa dando un ligero rodeo para aprovechar el día soleado.

Esta tarde tenemos merienda con nuestros amigos de toda la vida. Quedamos una vez por semana. Tengo ganas de contarle a Pilar la ropa tan bonita que he visto en la tienda del barrio…, tengo que quedar con ella para ir juntas, es nuestro oficio favorito.

Meto en el bolso la receta del bizcocho nuevo que hice el fin de semana pasado. Su marido es de lo más goloso y siempre agradece mis recetas.

Del brazo de Miguel volvemos a casa, le voy repasando toda la conversación que hemos tenido con los amigos, en los ojos de Miguel atisbo una chispa de satisfacción, para mí el mejor regalo del día. Es indescriptible lo que siento cuando se enfada conmigo sin causa aparente.

Supongo que desde el inicio de la enfermedad ya hemos pasado por muchos cambios comportamentales y emocionales.

Me abruma tanto el futuro, mis fuerzas para seguir luchando en el día a día, mi inseguridad como cuidadora, mi soledad…

¡Pero qué diablos… que hago angustiándome en el presente, es hora de vivir cada momento…!

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